La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El silencio de los borregos

Cuando los socialistas perpetran barrabasadas patrimoniales, defender el patrimonio es reaccionario

La turbulenta historia de España desde la restauración absolutista de 1814 hasta la restauración democrática de 1978 ha marcado nuestra vida cotidiana hasta hoy con el tópico de las dos Españas y, en nuestro caso, de las dos Sevillas. Es lógico que así fuera, pero no que lo siga siendo. Es lógico que así fuera porque en los 164 años que van del regreso de Fernando VII a la muerte de Franco y la disolución del Régimen nuestro país vivió cuatro guerras civiles (1833-1840, 1846-1849, 1872-1876, 1936-1939), dos repúblicas fallidas (1873-1874, 1931-1936), cinco guerras coloniales (entre 1859 y 1927 se sucedieron las de África, Cuba y Filipinas), dos dictaduras (1923-1930 y 1939-1977) y un puñado de pronunciamientos e intentos fallidos de golpes de Estado. Pero no es lógico ni razonable que esto siga marcando nuestra vida cotidiana y sea usado como arma cuando ya llevamos más años de democracia de los que duró la dictadura.

Viene esto a cuenta del sambenito de reaccionarios, ombliguistas, nostálgicos, provincianos o antimodernos que aún le cuelga una supuesta Sevilla progresista a quienes manifiestan interés por el patrimonio cultural, histórico y cotidiano de la ciudad. En el tardofranquismo y la Transición, por el contrario, el no va más del progresismo era la defensa del patrimonio frente a las brutales agresiones de los alcaldes franquistas. Ello incluía la recuperación de los pavimentos enterrados bajo el asfalto, la salvación de edificios valiosos condenados al derribo, el uso social de los edificios históricos, la defensa de cines, teatros, cafés y comercios tradicionales o mantener la población residente en los barrios históricos. El modelo era el Plan puesto en marcha por el Ayuntamiento comunista de Bolonia en 1970, cuyo manual era Bolonia. Política y metodología de la restauración de centros históricos de los arquitectos Cervellati y Scanavini.

Todo empezó a olvidarse en los años Expo. La involución definitiva se produjo bajo los mandatos de Monteseirín. Como entonces las barrabasadas patrimoniales tenían sello socialista, la defensa del patrimonio que una década antes era progresista se convirtió en reaccionaria. Y quienes habían traicionado lo que antes defendían resucitaron el viejo tópico de las dos Sevillas para acusar de reaccionarios retrógrados a cuantos no se sumaron a su partidista o interesada apostasía.

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