Posiblemente estemos ante el lunes más marrón de todo el año, pues los veraneantes de agosto son mayoría. Ocurre que cuando este primer lunes de septiembre llega no es que haya amanecido la más cruda realidad, sino que el síndrome postvacacional se haría más cruento si no fuese porque susodicho síndrome ya no tiene sitio entre nosotros. Ese mal es un recuerdo del pasado, de un tiempo que fue bandera de una sociedad, la del bienestar, que ni está ni se le espera. Septiembre y lunes es, sólo ya, una vuelta a la normalidad con sus calles nuevamente vivas. Septiembre vestido con el marrón del lunes acentuaría el síndrome si no fuese porque un tiempo llamado de crisis dejó paso al hecho de que nos ha cogido el toro de un nuevo modelo de vida en el que sólo cabe alborozarse por tener adonde ir y en el que no caben frivolidades así. Por tanto, un síndrome menos.
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