Juega hoy el Betis y, como es habitual, el debate se centra en la cuestión parafutbolística que tiene al 30-D en el entrecejo. Da igual que da lo mismo, pero el duelo de esta noche en esa especie de Territorio Comanche que, desde aquella promoción del 92, es Riazor para el equipo verde, blanco y verde queda difuminado por la cuenta atrás hacia una jornada que se prevé vital en la vida del, por siempre y para siempre, Real Betis Balompié.

El gol de Sanabria en la ida debería ser renta más que estimable para diligenciar el pasaporte copero, pero las sensaciones no son las idóneas. La fragilidad defensiva hace temer que aquel testarazo del guaraní no sea suficiente, claro que tampoco es cosa de que la tropa de Víctor vaya con el ánimo más a media asta de lo que suele. Y también conviene considerar que el Dépor ha levantado el nivel de forma considerable tras la goleada a la Real y su fácil triunfo sobre Osasuna.

Mientras tanto, la estupefacción continúa viendo cómo quedan partidarios de la tropa que puso al Betis al pie de la fosa. La andadura del equipo es el arma que enarbola esa gente y lo hacen de forma que parece que cuando Lopera todo era Finidi, Alfonso y Jarni. Como si esta situación en la hierba nos cogiese de nuevas, como si todo en la era loperiana hubiese sido ganar la Copa y vencer al Chelsea, como si no hubiese habido fichajes inexplicables y descensos ominosos.

Siguen y siguen ladrando al paso de Haro y López Catalán, incluso hay algunos que intentan mofarse de ellos ignorando que no se mofa quien quiere, sino quien puede. Y esta noche, en el corazón de este fuego cruzado, juega el equipo un partido importante, tan importante como todos los que juega. Claro que para partido importante el que se librará la penúltima noche del año entre ese Betis que merece la pena y el que dejaron a falta de la última paletada de tierra.