La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La solidaridad en los sueños

Tras el adiós al Círculo late la (¿triste?) realidad de la desmaterialización de la cultura

Cuando publiqué el artículo de despedida al Círculo de Lectores un lector me escribió: "Me uno desde el profundo cariño a la despedida del Círculo. Qué recuerdos, de pequeño, cuando llegaba el hombre del Círculo. mi padre colocando libros en la estantería... Magníficos e inolvidables títulos: Pelham 1,2,3, de Godey, El Exorcista, de Blatty, y un libro que me marcó para siempre, 100 años de soledad, de García Márquez".

Verdaderamente los libros crean esos vínculos entre desconocidos que nadie ha descrito mejor que Conrad en el prólogo de El negro del Narcissus al afirmar su "convicción sutil, pero invencible" de la solidaridad que, a través de la lectura, "une la soledad de innumerables corazones: esa solidaridad en los sueños, en el placer, en la tristeza, en los anhelos, en las ilusiones, en la esperanza y el temor, que relaciona a cada hombre con su prójimo y mancomuna toda la humanidad, los muertos con los vivos, y los vivos con aquellos que aun han de nacer".

También yo, como este lector, aguardaba al hombre del Círculo -en mi caso el señor Ponce, tras tantos años amigo de la familia-, rasgaba el plástico que lo envolvía con impaciencia, olía el papel nuevo como si fuera una promesa y lo colocaba en la estantería que se iba llenando libro a libro. También yo leí de un tirón Pelham 1, 2, 3, El exorcista o Marathon Man. Y lo de un tirón no es retórica: desde la primera a la última página, sin descanso, como se leen los buenos best sellers (los otros buenos libros, los densos -también leí Cien años de soledad en la edición del Círculo- se leen, como alguien dijo, poco a poco, a sorbitos, como beben las gallinas).

Tras el adiós al Círculo late la (¿triste?) realidad de la desmaterialización de la cultura. Los libros electrónicos ofrecen los textos, pero un libro es mucho más que el texto que contiene: posee las gustosas realidades materiales de su diseño, su tacto y su olor. Y eso ancla el texto a la memoria. ¿O no se guardan con cariño los libros que nos descubrieron por primera vez a los autores que desde entonces son compañeros de vida? También eso a lo que llamo cine es mucho más que una película: es la sala, con su fisonomía arquitectónica, en la que la vi; y los caminos que a él me llevaron. He recuperado -en papel amarillo de periódico- un viejo artículo del reciente Nobel de Literatura Peter Handke que trata de estas cosas. Otro día lo comento.

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