Arranca la segunda vuelta en Heliópolis y se habla de que estamos ante una auténtica final para un Betis que pretende reaparecer en Europa. Siete puntos es la distancia que le separa de la zona continental y se juega precisamente los cuartos con quien marca la frontera con la tierra deseada. Restan volando por los aires cincuentaisiete puntos por disputar y resulta que siete se ven como algo tan lejano que todo se fía en la final de hoy.

Nuevamente, como en la exitosa cita con Athletic Club, triple de Joaquín incluido, se ha dictado que sea a las dos de la tarde cuando en vez de almorzar nos demos cita en Heliópolis. Enfrente, un equipazo que tiene en el buen gusto por el juego su filosofía futbolística. Bajo la batuta del exquisito Odegaard, la verticalidad de Oyarzábal y el instinto asesino de Willian en el área rival, la Real es un equipazo que no tiene una mejor clasificación porque Anoeta no rompió en fortín.

Es, sin embargo, peligrosísimo como viajero. Más gusto corriendo hacia adelante que en la recuperación de posiciones, la Real de Imanol puede hacerle un siete al lucero del alba, de ahí que sólo con la concentración por bandera y competitividad de campana a campana pueda el Betis encontrar los caminos del triunfo. Y como hándicap indiscutible, la ausencia de Fekir porque dijo el inefable Mateu Lahoz que el hombre se había tirado cuando encaraba al portero del Alavés.

Y se da la circunstancia de que donde unos vieron penalti, Mateu bajó el pulgar, por lo que para el trascendente partido de hoy se queda el Betis sin uno de sus mascarones de proa. Se da el pistoletazo de salida a una segunda vuelta que se anuncia apasionante, ya que son muchos los que se agolpan en un pañuelo de la tabla y pocos los que saldrán elegidos a la hora del juicio final. Quedan cincuentisiete puntos en el aire y siete los que separan al Betis del objetivo, ¿final habemus?