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Desde mi córner

Luis Carlos Peris

La sombra de Ramallets fue muy alargada

RAMALLETS, Seguer, Biosca, Segarra; Gonzalvo III, Bosch; Basora, Kubala, César, Moreno y Manchón. Era el Barça de las Cinco Copas, en el que también entraban Curta, Gonzalvo II, Flotats o Jordi Vila, pero Ramallets siempre estaba como titular indiscutible tras haberse convertido en insustituible a través de un Mundial prodigioso. En aquel Brasil del 50 había entrado de pleno derecho en la leyenda para asombrar a través de una década.

Antonio Ramallets Simón entró en el arcano de mi memoria cuando ésta empezaba a razonar. Lo recuerdo en el viejo Nervión con su jersey verde de pico por el que asomaban como triángulos los cuellos de una camisa blanca. Recuerdo cómo intercambiaba el cordial saludo de prolegómenos con otro guardameta extraordinario, José María Busto. Lo vi muchísimo y puedo asegurar que, junto a Iríbar, ha sido el portero español que más admiré, al que con más atención seguí.

La década de los cincuenta es la de Ramallets, primero a las órdenes de Fernando Daucik y con Helenio Herrera antes de aquella desgraciada tarde en Berna. Había desbancado del equipo nacional a Iñaki Eizaguirre y plegó velas poco antes de la irrupción de Iríbar, pero su heredero natural fue Sadurní, con el que tuvo una gran amistad hasta nuestros días. Tras aquel partidazo del gol de Zarra a Inglaterra fue bautizado como el Gato con Alas, apodo que ya le acompañaría siempre.

La sombra que emergió en el viejo Les Corts se alargó en el Camp Nou y ahí prevaleció por los tiempos de los tiempos. Sadurní, Pesudo, Reina, Artola, Mora, Urruti... todos tuvieron sobre sus hombros una pesada losa llamada Antonio Ramallets. Quizás el primero en liberarse de esa presión fuese Andoni Zubizarreta, hasta el punto de que no le ha rozado a Víctor Valdés. En Barcelona lo adoraban y en toda España fue admirado con su jersey de pico y su apuesta personalidad.

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