ESTABA la Virgen del Refugio más triste de lo habitual si es que eso es posible. Se celebraba el funeral de uno de sus hijos, pero no es del semblante de la Virgen más torera lo que más me llamó la atención con el amigo Fernando de cuerpo presente, qué va. El duelo en el tanatorio, entre las muchas innovaciones que aportó quizá la más relevante es la cantidad de desgarro que ahorra. Nada que ver con aquellos duelos en el domicilio entre gritos y llantos, pero el tanatorio se llevó también una parte clave en la banda sonora del duelo. Es el tañido de la campana de la parroquia que nos despertaba con la pregunta de quién se habrá muerto. Y ese tañido volvimos a vivirlo ayer en San Bernardo esperando a Fernando Carrasco. Cielos altos y hermosamente azules de sábado cuaresmal con el aditamento del doblar a muerto, un sonido que ya sólo habitaba en el recuerdo.