el poliedro

José / Ignacio Rufino

Una sopa boba muy dañina

Mario Draghi anuncia otra barra libre para los bancos, aunque esta vez está condicionada a que se asegure el crédito

LA barra libre es el paraíso del gorrón en la tierra. También hay fiestas privadas y exclusivas donde los asistentes no consumen licor como si el mundo se fuera a acabar, sino que consumen a modo y sin coste ingentes cantidades de fondos, de pasta a la grande. En la nueva fiesta del Banco Central Europeo (BCE), la liquidez on the rocks será otra vez la única bebida, y los bancos de la Europa comunitaria, los únicos invitados. Tras las dos orgías de soma financiero que el Banco Central Europeo organizó a finales de 2011 y a principios de 2012 (un billón de euros), una tercera inyección de liquidez masiva ha sido anunciada esta semana por Draghi, el dueño de la gran manguera. Todo sea por la estabilidad financiera, bien superior aducido como cierto e intocable para evitar "riesgos sistémicos" y "efectos dominós", porque hay entidades que son "muy grandes para caer". Detrás de la palabrería está el hecho de que, en el fondo, los bancos tienen cogido por el arco al sistema de verdad. Al sistema económico y por tanto social. El Estado depende tan enormemente de la banca que ninguna de las irresponsabilidades -como la ciega concesión de hipotecas y créditos promotores- y no pocos triles -como la cláusula suelo- de muchos bancos han sido castigados como el daño merece. El Estado español, sin ir más lejos, es un minotauro débil encerrado en el laberinto de su viabilidad financiera, en el que se alimenta de trozos de deuda pública comprada por la propia banca: un círculo vicioso.

Ahora Draghi dice que, si hace falta, él enchufa su inagotable manguera. Veamos perversión de la práctica de la barra libre: el Estado emite deuda, para conseguir dinero para financiar sus gastos e inversiones, así como para poder pagar la propia deuda que vence y los intereses de los bonos que están todavía vivos. Hay en ello ya algo de círculo vicioso y de patada a seguir de rugby. Pero hay otro sinsentido mayor (sin sentido para las maltrechas economías pública y de la gente, pero con mucho sentido para la cuenta de resultados de las entidades financieras que, legalmente, son el otro protagonista de este drama). Los expertos lo llaman carry trade. Carry trade es coger algo a un precio y venderlo a otro mayor. La cosa funciona así: el BCE abre la barra libre, los bancos que quieren van a pedir prácticamente gratis el dinero a espuertas e, inmediatamente, lo invierten en las emisiones de deuda pública del Estado canino. Esos bonos de deuda pública sí se retribuyen, y a pesar de los agoreros, son valores seguros. Y aquí viene la pregunta del millón: ¿qué incentivo tiene el banco para hacer otra cosa que amorrarse a esas dos tetas por turnos, primero a la del BCE y después a la de su Estado? Con ese simple juego ajeno al riesgo, le sobra hasta su personal. Una sopa boba, un subsidio como cualquier otro, pero en vez de en chándal y caña de pescar en mano, vestido de traje estupendo.

Por eso la banca no da crédito, porque esa función suya tiene riesgo. Y el carry trade, no. El crédito se limita a la gran empresa influyente, a la que se refinancia su deuda, en otra patada a seguir que no la pegaría ni el mítico Williams de País de Gales. Con eso, no hay dinero para pyme ninguna, que mueren intensificando la también perversa concentración empresarial. Ni para alimentar el manido emprendimiento, que en buena parte se convierte en una falacia sin líquido elemento. "Si lo repitiéramos [el guateque] sería con la seguridad de que la banca cumple su función y no sirve para subsidiar la formación de capital y el carry trade de los bancos". Bien visto, Mario. Por fin.

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