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Tribuna Económica

Joaquín Aurioles

E sterilizados frente al contagio griego

COMO en las crisis latinoamericanas de los 80, el origen de la griega se encuentra en el estado de las finanzas públicas. Por entonces, los gobiernos resolvían sus problemas financieros imprimiendo dinero, que es también lo que haría Grecia en estos momentos, si pudiera. Provocaban endeudamiento, inflación y la ruina del país, pero al menos sus consecuencias se quedaban en su mayor parte dentro de las fronteras. Todo empezó a cambiar en los 90, cuando se sucedieron diferentes episodios de crisis que nada tenían que ver con el comportamiento imprudente de los gobiernos, pero en las que aparecían dos ingredientes novedosos, ligados al, entonces todavía incipiente, fenómeno de la globalización de los mercados. Por un lado, las expectativas autorrealizables, que hacían que los agentes reaccionasen, como en rebaño, frente a los rumores, de manera que lo verdaderamente importante no era el estado de salud de la economía, es decir, sus fundamentos, sino la forma en que lo percibían los mercados. Por otro, el contagio. La crisis europea de los años 90, México de 1994 y Rusia y Brasil de 1998 tuvieron una repercusión internacional que no habían tenido las anteriores y que había que comenzar a introducir en los análisis. En medio de todas estas turbulencias había tenido lugar la crisis del sudeste asiático de 1997, la más singular de todas, hasta la fecha.

La devaluación del baht tailandés (2 de julio de 1997) arrastró en menos de dos meses a las monedas de Filipinas, Malasia, Indonesia, Singapur y Taiwán y, posteriormente, las de Hong Kong y Corea del Sur. Todas ellas con sólidos fundamentos económicos y en manos de gobiernos prudentes, pero que habían relajado en exceso la regulación bancaria. Los problemas aparecieron cuando los bancos, endeudados en moneda extranjera, no pudieron hacer frente a sus compromisos y los gobiernos tuvieron que utilizar sus reservas para defender sus monedas en el mercado de divisas. Acababa de nacer el concepto de crisis gemela, es decir, el de crisis bancarias y monetarias simultáneas.

Las de Argentina (2001) y Grecia (2010 y 2015) son crisis gemelas, con las finanzas públicas como cepa original del contagio sobre la banca, pero con otra coincidencia importante. La repercusión internacional de la crisis argentina fue muy limitada, debido al largo periodo transcurrido entre las primeras señales, a raíz de la crisis del real brasileño (1998), y el hundimiento definitivo dela economía, en diciembre de 2001, lo que permitió a la mayoría de los acreedores corregir sus posiciones y evitar sus consecuencias. En Grecia ha ocurrido algo parecido. El rescate 2010 tuvo pocos efectos beneficiosos para la economía griega, pero sirvió para que los acreedores particulares, sobre todo bancos europeos, hayan soltado la mayor parte del lastre, que ahora está en manos del FMI, el BCE y los estados que lo financiaron. Esto ha debilitado la capacidad negociadora del gobierno griego con respecto a 2010, puesto que la retirada del apoyo europeo condena a los ciudadanos griegos, como antes a los argentinos, a soportar la práctica totalidad de los costes privados del impago.

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