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Los suecos quieren más impuestos

Después de ocho años en el poder del Partido Moderado, los ciudadanos creen que ha ido demasiado lejos en la bajada de los tributos

SIN duda, vistos desde perspectivas mediterráneas, los nórdicos, esos pueblos que moran al norte del Rin, o, en su acepción más extrema, más allá del mar Báltico, constituyen comunidades realmente extravagantes. Mientras que, por ejemplo, entre nosotros es completamente normal llevar las luces de cruce apagadas incluso en horas de poca luz, a estos tipos les da por llevarlas siempre encendidas, para que se les vea bien; cuando aquí estamos todavía tomando un café de tarde terminando de oír los gritos de Toñi Moreno en su programa de solidaridad de pandereta, los rubios del norte ya están cenando; y, por ejemplo, mientras en este mes de marzo que nos anuncia la primavera ya podemos comenzar a bañarnos en las playas más cercanas, allí les queda aún meses de nevadas intensas. Todo influye, desde luego, para que podamos considerar sus costumbres como excéntricas o de gente que no carbura bien (nos creemos, los sureños, más listos que nadie). Pero de ahí a poder comprender la noticia publicada por el Wall Street Journal el pasado miércoles de que los suecos quieren mayoritariamente una subida de impuestos, va un abismo (Many Swedes Think Taxes Has Fallen Too Low; www.wsj.com).

Según reza la información, después de ocho años en el poder del centrista Partido Moderado, y otros tantos de bajadas de impuestos, los ciudadanos escandinavos comienzan a pensar que se ha llegado demasiado lejos, demasiado rápido y demasiado profundamente en esas bajadas de tributos. Y las elecciones están a la vuelta de la esquina. Así que, una vez más, lo impensable comienza a parecer lo inevitable: empieza una disputa electoral por ver quién sube más impuestos y cuáles. Los suecos, al parecer, han comenzado a padecer en sus propias carnes las consecuencias de un descenso indiscriminado y continuo de la presión recaudatoria: que la calidad de los sistemas de prestaciones de servicios públicos básicos como la sanidad y la educación ya no es la misma de tiempos dorados. Bien es verdad -todo hay que decirlo- que los escándalos de corrupción política que tanto hacen por mermar la credibilidad del sistema y la transparencia sobre el destino de lo ingresado son mínimos en ese país comparados con la plaga del nuestro. Pero, con todo, ese nuevo pensamiento dice mucho del grado de civismo y cohesión de una comunidad. Añade el diario que el Primer Ministro sueco, después de eliminar el impuesto de sucesiones, el de patrimonio y reducir cinco veces el de la renta, "ha trazado una raya en el suelo". Como mantra electoral de reclamo para las próximas elecciones insiste en manifestar que "no ve más bajadas de impuestos". Y eso que la deuda pública sueca apenas roza el 40% del PIB (menos de la mitad de la nuestra). ¿Se imaginan algo parecido por estas tierras?

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