Alto y claro

josé Antonio / carrizosa

Al suelo

NO vamos a descubrir la pólvora, aunque a veces conviene recordarlo porque se olvida con mucha facilidad: un gobierno municipal cumple su objetivo si es capaz de pegarse al suelo y se olvida de discursos grandilocuentes y proyectos inalcanzables. El mejor ejemplo lo tenemos muy cerca de nosotros. Juan Ignacio Zoido fue alcalde con una mayoría imposible de repetir porque cuando estaba en la oposición se pateó la ciudad hablándole a la gente de los problemas que de verdad preocupaban a la gente. Cuando ganó las elecciones se olvidó de todo eso: no tuvo más política que el saneamiento de las cuentas municipales ni más justificación para la falta de gestión que la crisis económica y la herencia recibida. Pasó lo que pasó en las elecciones municipales de hace un año. Cuando Juan Espadas ocupó el primer sillón municipal tuvo unos comienzos que hicieron temer lo peor: mucho eje entre capitales y mucha foto con otros alcaldes, pero muy poco proyecto concreto, hasta el punto de que en sus primeros meses parecía no haber hecho otra cosa que colocar al aeropuerto de Málaga como gran puerta de entrada a Sevilla. La cosa empezó a cambiar cuando Espadas y su equipo decidieron pegarse a la realidad. El Presupuesto salió bien porque logró quitarse el lastre de los radicales bendecidos por Podemos y pactar con Ciudadanos un acuerdo que le va permitir una gestión mucho más cómoda. Pero sobre todo, se metió a fondo en un problema como la Semana Santa que se le iba a la ciudad de las manos y que no era ni mucho menos un asunto menor y además lo hizo con determinación y eficacia. Esta semana ha puesto encima de la mesa el acuerdo con la Autoridad Portuaria para la reordenación de 46 hectáreas en la zona del muelle del Batán, lo que permitirá sacar de una zona natural de expansión de la ciudad los depósitos de combustible que tenían bloqueado su desarrollo y darle un impulso a un proyecto como Sevilla Park, que es de un evidente valor estratégico. Sería injusto no reconocer que este acuerdo empezó a gestionarse con el anterior gobierno municipal, pero es ahora cuando ha podido plasmarse en algo concreto. Si también se logra convertir en una realidad la ampliación del tranvía hasta la estación de Santa Justa, algo que entra dentro de lo posible si se tocan en Europa las puertas adecuadas, tendremos un conjunto de realidades de las que llegan a la gente.

Sin embargo, sería taparse los ojos con una venda no ver que en otras cuestiones, de esas que también hacen ciudad, no se avanza. Parece incluso que a nadie le importa demasiado que se enquisten sin visos de solución. Aunque en el caso de las Atarazanas el Ayuntamiento no es la Administración que asume la mayor cuota de responsabilidad -la decisión final corresponde a la Junta- se echa en falta un compromiso más claro del alcalde para acabar con un debate eterno que no conduce a nada y donde las posturas están claras desde hace muchos meses. Es inexplicable que se eternice el inicio de unas obras que deben darle a Sevilla un edificio absolutamente emblemático. Lo mismo cabría decir del ahogo económico y de gestión en el que se encuentra sumida la Orquesta Sinfónica y el Teatro de la Maestranza o la falta de una regulación más estricta de la colocación de veladores en las zonas más comerciales y turísticas de la ciudad.

Queda casi todo por hacer, pero empieza a cundir la sensación de que el gobierno municipal está acercándose a problemas que de verdad están en la calle. La visión real de una ciudad es la que se obtiene a ras de suelo. Desde los balcones de los despachos se percibe otra realidad, pero desde esa altura se ve inevitablemente deformada.

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