Por supuesto, claro que no fue en vano
Don Remondo es el punto clave para una de las muchas catarsis que viran el rumbo de nuestras vidas. Cada 30 de enero, esa fachada oriental de Palacio se convierte en rompeolas de credos y punto de afluencia en que gente de bien se cita para honrar la memoria de un matrimonio joven que acudía a velar el sueño de sus hijos, tan pequeños todavía. Y en este 30 de enero, con la novedad de nuevos cargos institucionales, los mismos de siempre se agruparon para el recuerdo de Alberto y de Ascen, el joven concejal y la joven procuradora. Hubo flores y discursos coincidentes en afirmar que aquellos viles asesinatos no fueron en vano. Claro que no fueron en vano, pues sirvieron para que aquellos niños se quedasen dolorosamente huérfanos antes de encarrilar sus vidas y también para que sus asesinos y secuaces anden manejando España. Claro que no fue en vano.
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