¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Al sur de Virgen de Luján

El terror nuclear tuvo su impacto en el ocio y el urbanismo sevillano, desde Santa Clara al Sgt. Pepper

Los Remedios se divide en dos subbarrios. El primero es el que se extiende al norte de Virgen de Luján y limita con Triana en ese limes jaranero y mestizo que es la calle Salado. Es quizás ésta la zona más ajetreada y abierta del ensanche burgués, algo que se debe al trajín comercial de Asunción y al tumulto empresarial de República Argentina. Al sur de Virgen de Luján, sin embargo, nos encontramos con otro arrabal más íntimo, menos transitado por los foráneos -excepto los días de furia y Feria-, pero con esa inconfundible mezcla antropológica que es común a toda la zona y cuyo resumen lo encontramos en la terraza e interior del Samoa, un bar que, pese a no salir en ninguna guía de viaje, justifica una excursión a esta excéntrica geografía.

Esta ciudadela de apretado urbanismo -si exceptuamos la amplia perspectiva de Virgen de la Antigua- tiene en la calle Fernando IV lo que un romano identificaría como el decumano, es decir, la rúa que la recorre sin interrupción de oeste a este, desde el Parque de los Príncipes hasta la avenida Adolfo Suárez, donde el río ya hace sentir sus benéficos efectos. En esta calle larga, estrecha y animada, podemos encontrar la pizzería Sgt. Pepper, uno de esos negocios fundados por los norteamericanos que llegaron a Sevilla con la Guerra Fría y decidieron quedarse, como los moros de Villalón. El terror nuclear tuvo su impacto en el ocio y el urbanismo sevillano, desde el barrio de Santa Clara -una delicia californiana en el extrarradio de la ciudad- hasta las pizzas americanas del mismo Sgt. Pepper y el Sloppy Joe's, cuya casa madre también se encuentra al sur de Virgen de Luján. Fue mucho lo que aquellos yanquis aportaron a Sevilla: comida de película, discos de rhytm&blues, vaqueros Levis, anticomunismo democrático, chalets funcionales… Al contrario que el señor Marshall de Berlanga, algunos no pasaron de largo y dejaron su huella genética en esta perra mil leches que es Sevilla. Las cosas del querer.

De Fernando IV, que debe su nombre a un rey de Castilla y sevillano de nación, nos llama la atención los jardincitos traseros de los pisos de Virgen de la Antigua, que le dan a la calle un verdor tropical, como de ciudad brasileña. También el bar Sancho (oficialmente Sancho Panza), que tiene mucho de cervantino por la de vidas que naufragan en su barra, una parroquia que viste zapatos brillantes y camisas arrugadas. Si alguna vez pasa por allí no olvide hacer parada y libar por los ausentes. Es de bien nacido.

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