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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La tentación del caos

Ahora más que nunca habrá que estar muy atentos en la defensa de nuestras libertades políticas, económicas y sociales

Ya tenemos la tormenta perfecta: más de 10.000 muertos, las UCI rebosando y 834.000 empleos destruidos en poco más de dos semanas. No hay que ser ningún cerebro de la London School of Economics para caer en la cuenta de que estamos dando los pasos acertados y oportunos para que se desencadene ese "caos social" del que avisaban los informes del Banco Mundial y la ONU, los mismos que profetizaron la pandemia que hoy sufrimos. Por ahora, queremos creer que el sólido andamio institucional que sostiene a nuestras sociedades aguantará el vendaval del Covid-19 y que, aunque con muchos sacrificios, terminaremos dejando atrás esta repentina pesadilla en la que nos hemos visto envueltos en apenas un mes. Sin embargo, sería engañarnos no reconocer que ese armazón al que nos referimos, que tiene en la Unión Europea y en el Estado español sus dos principales patas, presenta desde hace tiempo una evidente fatiga de materiales, por lo que, quizás (sólo quizás), no resista las embestidas del viento de la historia. En el caso de la UE, el Brexit ha sido la prueba más llamativa (y chillona) de la desconfianza que provoca en amplias capas de la población una Bruselas que, durante la crisis de 2008, fue más madrastra que madre y que ahora va por el mismo camino. La utopía europea, al igual que las galaxias, se aleja irremediablemente. Más bien parece que estamos ante un renacimiento del Estado-Nación, la única unidad política que hasta el momento se ha mostrado capaz de articular respuestas solidarias ante el desastre. Sin embargo, esto no puede ser un gran consuelo para un país como España, cuyo Estado está cada vez más debilitado debido a la acción de los xilófagos nacionalistas y a la erosión provocada por un sector de la clase política que pone en cuestión algunas de sus piezas fundamentales, como la Corona o el propio ordenamiento constitucional.

Una situación extrema y un sistema herido y rodeado de lobos. El panorama evidentemente no es el más tranquilizador y no es de extrañar que en algún momento aparezca la tentación del caos, que sin duda será azuzado por los que quieran aprovechar la coyuntura para ver cumplidas sus siniestras fantasías, esas que suelen convertirse en distopías para los demás. Ahora más que nunca habrá que estar muy atentos en la defensa de nuestras libertades políticas, económicas y sociales. También en la protección de esas personas que suelen servir de chivo expiatorio en las situaciones de frustración colectiva, como son los inmigrantes. Los salvapatrias pueden llegar por la izquierda y por la derecha.

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