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La ciudad y los días

carlos / colón

Los tentetiesos

POR si no teníamos bastante con el vaciamiento de vida y la tematización del centro histórico, incluidas las museificadas Catedral y colegiata del Salvador, con los veladores que hacen intransitables tantas calles, con la desaparición del comercio histórico y cotidiano sustituido por heladerías, bares, pizzerías, restaurantes orientales, tiendas de camisetas y todo lo que pueda atraer un turista que disfrute de la gastronomía local -que para eso se viaja- comiendo sushi o kebabs, tenemos ahora el inicio del despliegue de esos tentetiesos con dos ruedas -los segway- sobre los que corretean turistas con casco ignorando los sencillos conceptos de calle peatonal o acera. Es una imagen de ciencia-ficción apocalíptica -o mejor: del Jacques Tati de Mi tío o Play Time- si se suma al caos que rodea a la ex Catedral, incluyendo la Avenida peatonalizada en la que -entre bicicletas y metrocentro- los peatones tienen menos metros a su disposición que cuando estaba abierta al tráfico rodado. Véanlos andando pegados a las fachadas como los miembros de la Resistencia en ¿Arde París?

Si los tentetiesos sobre dos ruedas -que ya han dado quebraderos de cabeza a la señora Colau en Barcelona a causa de su proliferación y de la falta de moderación en su uso- se multiplican por las estrechas calles peatonales sevillanas y por lo poco de acera que han dejado los veladores, los nativos deberíamos estudiar la posibilidad de pedirle al Ayuntamiento que cuelgue lianas para poder sobrevolar el centro saltando de una a otra cual tarzanes de sesión infantil en el Apolo o el Regina.

Nuestro querido Ayuntamiento, siempre avispado, lo promocionó como transporte alternativo en el Día sin Coche. Le han dicho que funcionan muy bien en algunas grandes ciudades y que son esenciales para el fomento de un turismo sostenible, activo, ecológico e inteligente. Y ya se sabe cuánto le gusta a un pueblo con aspiraciones parecerse a las grandes ciudades del mundo. En el fondo no hemos salido de la España de Bienvenido, Mr. Marshall. El Manolo Morán de turno ha traído estos tentetiesos, que además suelen ir en grupo conducidos por un guía que les habla a través de unos artefactos, y los munícipes se han puesto a cantar aquello de "os recibimos con alegría, olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía". Y nosotros, los nativos que tenemos la suerte o la desdicha de vivir en el centro, a las lianas.

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