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LA CIUDAD Y LOS DÍAS

Carlos Colón

El tinglado de la antigua farsa

AL final la epidemia de sectarismo que este verano está haciendo estragos resulta tener una virtud: permite que un alto número de españoles (aunque en fase menguante) confíe en la salud democrática, la independencia de los medios y la talla intelectual y ética de los políticos de nuestro país. Lógicamente no se trata de una mayoría homogénea, sino partida en dos. Porque esta confianza no abarca a medios de una u otra tendencia y a políticos de uno u otro partido, sino sólo a los que dicen lo que unos u otros quieren oír (en algunos casos radicales de bolivarismo chavista a la española incluso lo único que creen que se debería permitir decir); y únicamente a los políticos considerados “uno de los nuestros” (y casi más, por desgracia, en el sentido con que Scorsese utiliza esta expresión que en el que lo hace Conrad en Lord Jim).

Sumadas las dos mitades un número suficiente de españoles cree que, por lo menos, los medios que reflejan/refuerzan lo que piensan y los políticos que nunca se equivocan porque militan en el PTHB (el Partido que Todo lo Hace Bien, es decir, al que voto o en el que milito) garantizan la independencia de información y la salubridad de la cosa pública. Al precio, todo hay que decirlo, de que “los otros” todo lo hagan mal, sus medios afines mientan y sus políticos estén a un paso del Chicago de los años 20. Pero en fin: más vale esta situación dislocada que la terrorífica de que la mayoría de los españoles coincidiera en su pesimismo sobre nuestra salud democrática, la calidad e independencia de nuestros medios y la profesionalidad y honorabilidad de nuestra clase política.

¿Cree que exagero? Entonces es que usted sólo oye y otorga credibilidad a los políticos de un partido, no mueve el dial de la radio y lee un único periódico. Antier, por ejemplo, un periódico nacional editorializaba “Persecución a la oposición”; y titulaba “Trillo entregará a la Justicia grabaciones que prueban el espionaje a miembros del PP” o “Un juicio paralelo contra Rita Barberá en la que ningún instructor ha detectado indicio de culpabilidad”. Mientras otro editorializaba, refiriéndose a las declaraciones del líder del PP, “Comparecencia en falso”; y titulaba “La defensa más mendaz” un artículo de análisis cuyo sumario anticipaba: “El coordinador de Justicia del PP presenta argumentos llenos de falsedades sobre los supuestos pinchazos”. Es evidente que sólo la confianza ciega depositada por unos u otros ciudadanos y lectores en unos u otros políticos o medios mantiene en pie ese tinglado de la antigua farsa al que Benavente llamó los intereses creados.

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