FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Del tío de las rastas al señor de Podemos

El diputado desaliñado ha dado a la política la visión humana que tanta falta hace para rebajar la grosería

Cuando los señores de Podemos desembarcaron en el Congreso de los Diputados irrumpió en la Cámara Baja la plasticidad del perroflautismo ("¿Me das una moneda?"), un estilo y unas formas que se plasman, por ejemplo, en no hacer uso de las perchas de los pasillos para colgar los tabardos, chambergos o chaquetones, sino los respaldos de los escaños, cosa que no se permite en los clubes privados que se tienen por selectos. En la gran mayoría de los bares de Sevilla se usa un taburete o una silla para amontonar los abrigos en una pila hasta que llega el gracioso de turno y, señalando el asiento, formula la pregunta que desencadena la gran desgracia: "¿Está libre?". Aquellos primeros días de Iglesias y sus muchachos pisando las alfombras del palacio de la Carrera de San Jerónimo, los fotógrafos se hartaron de reflejar los contrastes de lo que entonces era la cacareada dualidad simplista de la vieja y la nueva política. Bastantes portadas se recrearon en la mirada que un sedente Rajoy, retratado con la ortodoxia plúmbea de un registrador de la Propiedad, le dedicaba a un desconocido Alberto Rodríguez, diputado por Santa Cruz de Tenerife, caracterizado por un peinado a rastas, barba de varios días y, por supuesto, sin traje. Celia Villalobos, la elegancia personificada, soltó una perla para los anales al asegurar que le parecían "perfectas" las rastas: "Con que las lleve limpias para que no se me pegue un piojo". Este Rodríguez hizo el otro día la contribución más hermosa a la política de hoy, marcada y lastrada por la crispación de rufianes y adláteres. Despidió a Alfonso Candón, del PP, con un mensaje insólito: "Lo vamos a echar de menos. Y voy a decir algo que creo que es de las cosas más bonitas que se le pueden decir a alguien. Es usted una buena persona y le pone calidez humana a este sitio". Recordé aquellas palabras del ex alcalde socialista Manuel del Valle, cuando en 2010 confesó a este periódico: "Soy amigo de Javier Arenas desde que tenía 18 años. En mi partido pueden pensar que cómo se puede ser amigo del diablo en persona, pero es que en mi época todo era distinto. A la política de hoy hay que darle una visión humana". El denostado tío de las rastas de aquellos días de lactancia en los escaños, alusiones a los piojos y otros gestos derivados de la bisoñez, ha pasado a ser para muchos el señor desacomplejado de las rastas, el que ha contribuido a rebajar el odio que se fermenta en una sociedad cada día más enconada. Se ha perdido el saber discrepar, se usan en demasía los golpes bajos, el insulto y la crispación. El de las rastas, en las antípodas ideológicas del PP, ha hecho una aportación fundamental a una política cargada de grosería y falta de visión humana.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios