PARECE mentira, pero los que amamos el toreo, la fiesta de los toros, estamos en manos de los franceses. Sin el plácet de los franceses ya se habrían salido con la suya los que en el Parlament comparan la corrida con las peleas de perros, como si estas peleas tuvieran algún componente ético o, menos aún, estético. Un filósofo de la Sorbona hace oír su voz en defensa de lo que aquí no sabemos defender y un pueblo, el francés, es el que está legitimando la corrida en la vieja Europa. Triunfó ayer en el Lope de Vega Francis Wolff con su pregón taurino de la misma forma que brilló al alzarse con un premio literario en la muy taurina y mariana ciudad de Sevilla. Cosas que hay que ver y que no siempre son como uno quisiera que fuesen, pero a ver quién es el guapo que niega la mayor en el papel que representan los franceses para que ayer pudiésemos renovar el rito anual en el primer templo de Tauro, ahí junto al río Betis.