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Tribuna Económica

Joaquín Aurioles

El trastorno bipolar

MEJORAN las perspectivas de crecimiento y empleo para 2014 y 2015, hasta el punto de que estamos en el momento de inflexión de la crisis. También es el momento de abandonar el estado de pesimismo en el que el propio ministro De Guindos nos instaló hace dos años. Se nos preparaba para resistir la dureza de las reformas que se avecinaban y se aprovechaba para volver a cargar las culpas sobre el lamentable estado de la economía recibida del anterior Gobierno. Agotado el margen de las cuentas recibidas como excusa para seguir evitando el tener que presentar las propias, y quizás también por la coyuntura electoral, llega el momento de cambiar al optimismo. Además, la revisión del cuadro macroeconómico coincide con la confirmación de crecimiento positivo de 0,4% durante el primer trimestre del año, que en tasa anualizada se convierte en 0,6%, la primera en positivo después de más de tres años de recesión técnica. Sin embargo, el panorama no queda del todo despejado, debido al imprevisto jarro de agua fría de la Encuesta de Población Activa del mismo periodo.

A la vista de la brusquedad con que nos desplazamos desde el pesimismo al optimismo, cabría preguntarse si la economía española padece de trastorno bipolar, o maniaco-depresivo. Los psicólogos lo describen como una enfermedad que se caracteriza por cambios radicales en el estado de ánimo de los pacientes, que pasan de una situación de depresión a otra de euforia.

El problema está en el riesgo de contagio y en la posibilidad de que los excesos de pesimismo u optimismo deriven en una enfermedad social con consecuencias económicas importantes. En la fase depresiva el enfermo agota sus energías y tiende a recluirse, reduciendo el gasto de manera considerable, mientras que la de euforia o "manía" es todo lo contrario. Derroche de energía y actividad, que con frecuencia lleva a la hiperactividad y a la adopción de riesgos excesivos y decisiones irresponsables.

Lo sabía muy bien Zapatero cuando, plagiando a Valdano, que había utilizado la misma expresión para referirse al fútbol, caracterizó a la economía como un "estado de ánimo" en un programa televisivo. Su intención era enviar un mensaje de optimismo a la audiencia, convencido de que si se conseguía frenar la caída libre del consumo, se podría evitar el hundimiento del conjunto de la economía. El razonamiento era simple. Si vives en un país con un futuro mejor que el presente, es razonable que consideres que tu situación personal también mejorará.

Zapatero era un optimista que no dudó en suscribir la tesis de los brotes verdes en el momento más negro del panorama económico, pero confiaba en el efecto estimulante de la euforia contagiosa sobre la demanda. Puede que el Gobierno esté intentando una operación parecida, en cuyo caso convendría retener dos enseñanzas de los psicólogos. Por un lado, que para para evitar daños difíciles de reparar, recomiendan limitar la capacidad de gasto de los pacientes con síndrome de euforia excesiva. Por otro, que fueron los psicólogos los que ayudaron a los economistas a entender que detrás de las burbujas especulativas siempre existe un estado de euforia colectiva.

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