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El trauma de los 700.000

Sevilla ha perdido población porque se procrea poco, pero asimismo porque no vienen forasteros a quedarse

Los habitantes que ha perdido Sevilla en el último padrón caben en dos autobuses. Son sólo 119 personas. Más se perdió en Cuba, como se sabe, incluso ahora en Bolivia. En Sevilla se puede decir que Virgencita, más o menos, se quede como estaba. No es un gran fracaso del alcalde Juan Espadas. No es para que se flagele en la Plaza Nueva. Más polémico es lo del IVA de las sillas y palcos. Con los 700.000 habitantes de Sevilla tenemos un trauma desde el siglo pasado. Todos los alcaldes han caído en esa obsesión, especialmente los dos últimos, Zoido y Espadas. Sevilla tiene 688.592 habitantes, por lo que está a 11.408 de conseguir el objetivo. Es cuestión de perseverar y de procrear, pues de eso se trata.

Un problema de Sevilla (y de la mayor parte de España) es que vamos envejeciendo. Todavía es la cuarta ciudad en población, superada sólo por Madrid, Barcelona y Valencia. Pero en la pirámide demográfica, si la comparamos con los años del baby boom, dan ganas de llorar. Las defunciones, a pesar de la esperanza de vida, siguen superando a los nacimientos. Y a pesar de las 20.000 viviendas o así que prometió el alcalde Espadas en Palmas Altas, la Hacienda del Rosario y otros nuevos barrios, todavía no se perciben sus beneficiosos efectos. Además de que la juventud se muda a donde le da la gana, mayormente a Mairena del Aljarafe y otros municipios del área metropolitana, donde las viviendas son más baratas.

Todo eso se sabía y no se ha descubierto nada nuevo. Es más de lo mismo. Las campañas del "Póntelo, pónselo", los regalos de preservativos, y otras medidas antinatalidad han sido perniciosas. Sin embargo, por miedo al que dirán, no tienen lo que hay que tener para hacer campañas en el otro sentido y fomentar la natalidad. Campañas que podrían tender a lo prosaico y el porno blando, si no se hacen con finura, pero que bien encauzadas contribuirían eficazmente a la ganancia de población. Se trata de eso, no hay secretos.

Existe otro mal de fondo. Sevilla ha perdido población porque se procrea poco, pero asimismo porque no vienen forasteros a quedarse. Vienen turistas. Sevilla se ha convertido en una ciudad de paso. Es como la sevillana de El desamor, hay un viento que igual viene que va, y el turista se enamora de Sevilla, pero un día se larga y adiós. El turista no es como el inmigrante, que sí suma cuando se queda.

Pero en Sevilla pasa al revés:se van cientos de jóvenes a emigrar, a buscarse una vida mejor. Los pisos son caros, y además falta empleo de calidad. Así llegar a los 700.000 sigue siendo una quimera.

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