Sabatina doble, muy comprimida y con un balance de cara y de cruz, de cara angustiosa y desgraciada por la lesión de un futbolista bético que le dice adiós a la temporada; en el envés de la tarde, el fracaso del Sevilla en Éibar, prácticamente laminado desde antes de empezar por el equipo guipuzcoano. Y con decir que la mejor noticia que el sábado le deparó al Sevilla fue la victoria del Betis está dicho todo, absolutamente todo.

Todo empezó muy pronto, a la una de la tarde y treintaiocho segundos, que fue cuando el Éibar, recién sacado de centro, aprovechó una autopista en el lateral diestro sevillista para adelantarse en el marcador. Enfrente, un Sevilla apelando a rotaciones con la inclusión de los tres recién llegados y que iba a ser un juguete a pies de su rival para encajar una manita que sólo pudo mínimamente paliar con un penalti cariñoso que aprovechó Sarabia en el corazón de una pesadilla.

Hora y media después, el Betis recibía a un Villarreal que también había ganado en el Bernabéu y que no perdía desde ni se sabe cuándo. Pero el partido se decanta a favor del Betis cuando Bonera saca los pies del tiesto con patada de karateca a Rubén y roja que deja el pleito muy desigual. Quedaba una hora de partido y en el descuento se saca el novel Loren una diestra de su chistera para ponérsela imposible a Asenjo y muy de cara al Betis, pero quedaba mucho.

Quedaba demasiado, repitió Loren y el crono no avanzaba cuando Bacca acortó distancias y Feddal se había ido en camilla. El final fue un sinvivir, ya que parecía que era el Betis quien estaba en inferioridad. No lo estaba en número, pero sí con demasiados futbolistas con la luz de la reserva encendida. Y pidiendo la hora se acababa una sabatina con muchos matices y muy pocos agradables. El mejor en verde, el debut de Loren; el menos malo en blanco, el triunfo del Betis.