Quizás, o sin quizás, estemos ante la última bala en la canana del Sevilla para que el curso no remate en ruina. Esta cita con efecto retardado de hoy en Nervión es de lo más trascendental que va a vivir el Sevilla en mucho tiempo. Experto en tantas y tantas finales como disputó, y ganó, lo de hoy ante el Realísimo es más importante que nada, pues sin un triunfo difícilmente encontraría el paraíso de las plazas de acceso directo a Europa.

El duelo puede, además, traer en su valija la trampa de que el colosal enemigo nos llegue en chanclas. En chanclas o entre los algodones de lo que tiene por delante en Kiev. Viene también con las heridas del Clásico muy abiertas en la creencia, lícita, de haberse creído perjudicado por la actuación del juez. Además, bajas muy llamativas, sobre todo la de su buque insignia, ese milagro que se las tiene tiesas con el dios verdadero del fútbol y que atiende por Cristiano Ronaldo.

Tampoco contará con Bale, pero viendo cómo se ha desempeñado el galés a través del curso habrá que considerarla como una ausencia menor. Son consideraciones que conforman el entorno de este partido tan crucial, tan decisivo en el presente y en el futuro a medio, corto y largo plazo del Sevilla. Ya el efecto Caparrós se dejó notar el viernes y también sabe el Sevilla a qué sabe ganarle al Real Madrid con Joaquín en su puente de mando, con lo que no sería la primera vez.

Por supuesto que no es el Realísimo el mejor rival para una cita de este calado, pero esas circunstancias que la rodean deben ser acicate para la esperanza. Sólo vale ganar para tener el asidero de una buena plaza a la mano. En breve habrá derbi, pero esa es otra historia con el aditamento de que también sin victoria hoy, el derbi se queda un tanto descafeinado. No es que pierda toda la cafeína que cada derbi lleva en su valija, pero estaremos hablando de otra cosa. Sólo vale ganar.