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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El triunfo de las mesitas altas

Fueron útiles en la anterior crisis para reducir el miedo de los clientes y ahora son idóneas para sortear el veto a las barras

Son el gran recurso del castigado gremio de la hostelería. Con aquella crisis económica que nos machacaba cada día con la evolución de la prima de riesgo, muchos taberneros optaron por las mesas altas, que el gran Pedro Sánchez-Cuerda bautizó como las mesas quitamiedos, algo así como los mojones de piedra en la carretera de la antigua Cuesta de la Media Fanega. Te despeñabas igual llegado el caso, pero te ofrecían una falsa sensación de seguridad. Con las mesas altas pasaba entonces lo mismo. El puyazo de la cuenta, de haberlo, te caía en todo lo alto al igual que si almorzabas sentado a mesa y mantel, pero todo parecía más económico estando en un taburete. Ahora ha vuelto con fuerza la mesa alta como salvavidas de las barras que perdimos. Las barras dan ahora calambre. Las hay hasta con cintas de obra, a modo de alambradas, para que el público no se acerque. Prohibidas las barras, que viene la Junta de Andalucía y se lo lleva todo. A falta de barras y de metros cuadrados, muchísimos taberneros pegan las mesas altas al mostrador y, ¡hala!, a beber y a yantar que la pandemia se va acabar.

-Dios le oiga.

De nuevo la mesa alta cobra protagonismo como madero al que agarrarse en el naufragio que sufre el sector. Caen los negocios, pero fíjense cómo resisten los que tienen mesas altas y veladores en el exterior. También es hora de anotar que no todos los que han echado la persiana ha sido por la falta de clientes derivada del coronavirus. Ha habido uno con un cierre lleno de dolientes que estaba todo el día con la terraza sin asientos libres, pero la propiedad del local quería renovar el arrendamiento por un solo año en lugar de los cuatro que pretendía el dueño del negocio. Y, claro, no salían las cuentas con el préstamo solicitado. Y por ese desacuerdo se nos fue al garete un negocio muy popular. Ni mesas altas, ni mesas bajas. Ni estufas en invierno, ni aspersores de agua en verano para rebajar unos grados la temperatura. ¿Se han dado cuenta de la cantidad de chirimbolos incorporados poco a poco a la hostelería en los últimos años? Nada como la mesa alta, con más funciones que un robot de cocina. Idónea para sortear el veto a las barras, ideal para los que desean estar de pie, y la mejor solución para tranquilizar al que siempre entra en un bar con la cartera temblando. Sólo falta ya que en algunas cafeterías retiren la cochina jarra de agua de la que se sirven los clientes de forma indiscriminada. Aunque tal vez lo peor es la bandeja de los vasos, donde usted no distingue el usado del limpio. Y no hablemos de las rodajitas de limón despeluchadas que flotan en la superficie. Uf.

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