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Acción de gracias

La tumba sobria

Cernuda alternó para siempre el anhelo de ser querido con una herida parecida al rencor, que mantendría hasta el final

Uno vuelve a sus poetas favoritos como quien vuelve a una casa donde fue feliz, a un refugio, como si hiciera un viaje a un territorio conocido que sigue ensanchándole el alma. Quería hablar del tema porque el lunes es el Día de la Poesía, también porque estas semanas, por una amiga que está adentrándose en su obra, por un encuentro literario que celebramos el otro día, la figura de Cernuda se ha impuesto en varias conversaciones, quizás porque el autor -el hombre- está entre esos personajes fascinantes que nunca se agotan. En una de esas charlas recordé un episodio conmovedor que Cernuda narra en Historial de un libro,aquella vez que, todavía en Sevilla, mientras hacía el servicio militar, salió a caballo junto a otros reclutas y el mundo le golpeó los sentidos. "Una de aquellas tardes, sin transición previa, las cosas se me aparecieron como si las viera por vez primera, como si por primera vez entrara yo en comunicación con ellas, y esa visión inusitada, al mismo tiempo, provocaba en mí la urgencia expresiva, la urgencia de decir dicha experiencia". Tras ese deslumbramiento apenas empezaba uno de los poetas mayores de la literatura española -aquel destello inspiró unos versos que no se conservan-, pero también quedó una escena que refleja la sensibilidad tan portentosa que escondía ese hombre de carácter áspero, difícil, aquel muchacho que nunca perdonó -a su maestro Pedro Salinas entre ellos- los ataques o la tibieza frente a su Perfil del aire. Él se aferró a una máxima, "aquello que te censuren, cultívalo, porque eso eres tú", y alternó ya para siempre el anhelo de ser querido con una herida parecida al rencor, que mantendría hasta su final. "¿Amargura? ¿Pureza? ¿O por qué no, ambas a un tiempo? / El lirio se corrompe como la hierba mala, / y el poeta no es puro o amargo únicamente", escribió.

Hace casi cuatro años, unos amigos y yo visitamos la tumba de Cernuda en Ciudad de México. Nos emocionó llegar a ella tras perdernos en aquel cementerio, aquella piedra desnuda, sin flores ni adornos, sobria como había sido él; pero también nos estremeció pensar que le habría gustado saber, a él que tanto le preocupaban sus paisanos, que más de medio siglo después de su muerte unos sevillanos acudirían hasta allí a mostrarle su devoción. "Las ciudades, como los países y las personas, si tienen algo que decirnos requieren un espacio de tiempo nada más; pasado éste nos cansan", anotó Cernuda sobre Sevilla, esa Sevilla donde se había sentido "aislado" y "confundido" y que dejó después de morir su madre. Nosotros queríamos contarle que, a veces, también encontramos en la luz de las tardes una revelación, un misterio como el que le empujó a él a sentir la vida, la plenitud y la poesía.

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