La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Mina es una mina de felicidad en las tabernas de Sevilla
Urbanismo autoriza un hotel de cuatro estrellas con 84 habitaciones, piscina en la terraza y local comercial en la antigua sede de Telefónica de la Plaza Nueva. Cuando en 1926 Telefónica encargó a Juan Talavera su nuevo edificio, Sevilla estaba en plena fiebre expositiva. Otra vez sería grande, otra vez el comercio florecería, otra vez intentaría dejar de ser una capital de provincias de espléndido pasado y mediocre presente, otra vez intentaría coger el tren de la modernidad aprovechando el empujón económico de la dictadura de Primo de Rivera y su Consejo de Economía Nacional.
La Compañía Telefónica Nacional que encargó el edificio a Talavera se había creado en 1924 y había encargado en 1926 a Ignacio de Cárdenas la moderna sede central en la Gran Vía, uno de los primeros rascacielos de España. Como Sevilla es Sevilla aquí su sede tomó una caprichosa forma neobarroca criticada en su época por su profusión ornamental, como sucedió con gran parte de la escenografía regionalista. Años antes Espiau había construido el neomudéjar edificio La Adriática (1922) y años después (1941), entre uno y otro, Cánovas del Castillo el de traza más moderna de La Unión y el Fénix.
El turismo estaba presente como importante activo económico de la ciudad en aquellos años, muy impulsado en todo el país por Primo de Rivera. En 1928 se había creado el Patronato Nacional de Turismo, desarrollándose la publicidad a través de folletos y carteles, la creación de paradores nacionales entre 1926 y 1928, y la modernización de las redes de carreteras con el Circuito Nacional de Firmes Especiales en 1928 y de la aviación y los aeropuertos con la creación de nuevas compañías fusionadas en la Concesionaria de Líneas Aéreas Subvencionadas en 1928 o la inauguración del aeropuerto de Tablada en 1923. Claro que el turismo estaba presente. Y la explotación del hermoso decorado regionalista, y la unión de la Semana Santa y la feria en un único cartel de fiestas primaverales, y la llamada internacional de la Exposición del 29... No es casual que en 1927 escribiera Ortega: “En una ciudad tan importante como Sevilla, tiene el viajero la sospecha de que los vecinos han aceptado el papel de comparsas y colaboran en la representación de un magnífico ballet anunciado en los carteles con el título Sevilla”. Sí, el centro histórico de Sevilla era turístico. Pero no solo turístico. También había vida.
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