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Tomas garcía rodríguez

Doctor en Biología

El último carbonero

El carbonero macareno preside en su local la asociación científico cultural Cisco de Picón

En la sevillana calle Parras, por donde discurre entre vítores y saetas la Esperanza Macarena de regreso a su basílica en la mañana del Viernes Santo, persiste una carbonería fundada hace más de cien años. Desde su portal, pudo susurrar Manuel Machado un mediodía: "Virgen de la Esperanza. ¡Macarena!.../ Y una explosión de sol y de armonía,/ y un fluir generoso de alegría.../ ¡Y un sentir que está el alma toda llena!/ …/ ¡Ay, de no amar, de no creer, no hay modo/ cuando tu imagen célica aparece/ mecida entre el incienso, en lontananza!".

José Luis, perteneciente a la cuarta generación de la saga Aguilar, la regenta desde hace tres décadas, cuando la demanda entra en franco declive por la extensión del gas y la electricidad. Siguen a la venta en este singular almacén de paredes tiznadas y eternas telarañas, donde existió tiempo ha un molino de trigo, los mismos productos de antaño: carbón de troncos de encina, para barbacoas y parrillas; cisco de carbón o "menuillo", resto menor del anterior; cisco de picón, procedente de pequeñas ramas. Los ciscos, al no emitir llamas durables, son los utilizados para braseros. Asimismo, se expenden carbones minerales tales como antracita y carbón de coque, utilizado el primero en contadas fraguas reliquias y el segundo por callejeros asadores de castañas. Los carbones vegetales se fabricaban en el campo en boliches, hornos rústicos formados por montones de leña recubiertos de tierra, arribando a Sevilla en trenes de mercancías; en la estación de la Barqueta se cargaban en serones y se repartían en bestias a innumerables carbonerías. La elaboración actual está tecnificada, usándose maquinaria metálica de combustión controlada.

El cisquero macareno preside en su parroquia piconera la asociación científico cultural Cisco de Picón, disfrutando de tertulias, presentaciones de libros o recitales poéticos. Estas actividades, al arrullo del calor de la copa bajo una mesa camilla, iluminan la imaginación, enervan los sentidos, agudizan el ingenio y alientan los deseos de vitalidad compartida, pues el fuego, el encuentro y la cultura son hermanos de sangre. El desarrollo de la modernidad ha conseguido un mayor bienestar en las condiciones de vida, pero ha desvirtuado las antiguas y decrecientes relaciones personales en la tienda, la taberna, la carbonería... Así, los ingentes sistemas de difusión informativa han acabado por adormecer y promover mentes pasivas, reduciendo poco a poco el contacto directo con la realidad.

El carbonero fascina a Antonio Machado por su verdad frente a lo superfluo, su vida natural plena ante el impasible pensador: "Poned sobre los campos/ un carbonero, un sabio y un poeta./ Veréis como el poeta admira y calla, / el sabio mira y piensa.../ Seguramente, el carbonero busca/ las moras o las setas./ Llevadlos al teatro / y solo el carbonero no bosteza./ Quien prefiere lo vivo a lo pintado/ es el hombre que piensa, canta o sueña./ El carbonero tiene/ llena de fantasías la cabeza".

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