Cuando el último clavo al que agarrarse no responde, la desesperanza suple a la desesperación. El enfermo ve en el servicio de Urgencias el clavo al que asirse para salir de ese túnel, negro como la noche, que es la enfermedad y si esas prisas por superar el trance se convierten en morosidad kafkiana ya no sabe a qué agarrarse. Dentro de las calamidades que se sufre por este valle de lágrimas, el colapso en Urgencias ocupa un lugar preeminente en tan trágica tabla de carencias. Aquí se ha pasado del cacareado bienestar al tercermundismo más ominoso y se les debía caer la cara de vergüenza a esos políticos que nos patronean rumbo a la desesperanza. Un enfermo que llega a Urgencias y se encuentra con un tercermundista hacinamiento con esperas interminables de horas no sólo no palia su problema, sino que lo teme de imposible solución. Un horror.
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