Editorial

A las urnas para cambiar el futuro

EL Boletín Oficial del Estado publica hoy el Real Decreto por el que se disuelven el Congreso de los Diputados y el Senado elegidos el pasado 20 de diciembre de 2015 y por el que se convocan elecciones a Cortes Generales para el próximo domingo 26 de junio. El Rey disuelve ambas cámaras no a propuesta del Gobierno, sino precisamente porque no lo hay. Lo hace conforme al artículo 99.5 de la Constitución, que prevé que el Jefe del Estado decrete la disolución "si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso de los Diputados". Ese plazo expiró ayer, cumplidos dos meses desde el 2 de marzo, fecha de la primera votación con la que la Cámara Baja rechazó a Pedro Sánchez con la contundente negativa de 219 de los 350 diputados. Estamos pues ante unas elecciones atípicas, aunque no ante una repetición de comicios. La XI Legislatura ha expirado, sin Gobierno y sin producción legislativa, en 134 días. Pasa a la historia como la de los vetos, el principal el del segundo partido (PSOE) al que obtuvo más votos (PP) -y que se mantiene para después del 26-J-, que junto a otros secundarios entre Podemos y Ciudadanos, han impedido cualquier formación de una mayoría que invistiese a un presidente del Ejecutivo. No repetimos las elecciones de diciembre. Acudimos a unas nuevas, teniendo en cuenta lo que ha pasado en estos cuatro meses largos. Esta situación inédita en los 39 años de comicios democráticos obligará más que nunca a los partidos a ser claros sobre qué están dispuestos a hacer después de que los españoles voten en junio para formar Gobierno. La política de alianzas tendrá tanto o más peso que las propuestas programáticas. Las encuestas publicadas sólo 48 horas antes de que la convocatoria fuese un hecho jurídico hoy apuntan, respecto a los conocidos desde diciembre, a un incremento de los dos partidos (PP y Podemos) que no aceptaron el pacto PSOE-Ciudadanos, el único sometido a votación en marzo, y un descenso de esos dos socios, síntoma de una posible polarización en el tradicional eje derecha-izquierda. Porque las elecciones también serán muy distintas si cristaliza, como parece, la confluencia de Podemos e Izquierda Unida en listas conjuntas, que de confirmarse, según esos mismos sondeos, daría a esa coalición la hegemonía de la izquierda, desplazando al PSOE por primera vez desde 1977, al menos en votos. Vivimos pues un momento tan inédito como incierto, lo que le confiere más sentido histórico, por la volatilidad y fragmentación en el voto ya vividas en la campaña de diciembre a la que puede unirse una abstención varios puntos mayor. Es tiempo de volver a las urnas, de cambiar el futuro.

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