el poliedro

José / Ignacio Rufino

Con ustedes... la 'disrupción'

A pesar de la inflación terminológica algo hueca, los cambios tecnológicos provocan cambios sectoriales radicales

AUNQUE hay pocas instituciones con criterio más flexible que la Real Academia Española, la palabra disrupción no ha sido importada a su Diccionario de la Lengua (el adjetivo disruptivo, sí, pero como término propio de la Física), a pesar de ser una de las palabras más fashion de la terminología tecnológica, económica y de las grandes tendencias del mundo que llamamos globalizado. Disrupción significa ruptura brusca, un cambio en un sistema que deja obsoleto lo anterior. En otro tiempo -qué naif...-, se ponía como ejemplo de disrupción la aparición del rotring que dejó al tiralíneas relegado a una demanda residual condenada a desparecer; y finalmente el programa autocad, ya en la era informática, mandó al cementerio al propio rotring: como el vídeo que mató a la estrella de la radio, según la mítica canción de The Buggles. Hoy, las disrupciones -comprendo que le duelan los ojos al leer el término, y los dedos al escribirlo, pero de nada sirve luchar contra los elementos- se suceden a una velocidad de vértigo que imponen los cambios tecnológicos. ¿Se acuerdan del walkman, del spectrum, de los primeros móviles-zapatófono? Todos fueron sustituidos por cambios disruptivos, que podemos ya afinar definiendo como innovaciones repentinas que mejoran un producto, servicio o forma de hacer las cosas, que el mercado en cuestión no espera, y que normalmente pasa de ser dirigido a un sector concreto o nicho de mercado a generalizarse, normalmente con unos precios tan bajos que no puede resistir la competencia tradicional, que desaparece o queda, como el tiralíneas, para una demanda residual y en vías de extinción.

En el controvertido y a veces versallesco e insustancial mundo del emprendimiento, el último grito disruptivo va de la mano del concepto lean startup, que se supone que sustituye a la propia startup (empresa nueva y emergente que busca mejoras drásticas mediante la innovación, apoyada ésta a su vez en la tecnología). Los modelos de negocio y el propio plan de empresa quedan así como momios en el camino del emprendimiento. Pero no nos creamos todo: la lean startup es lo que pita, como las gafas de pasta en lo que va de siglo. Mucho blablabá lampedusiano -esto es, lo mismo con otro disfraz, adecuado a las exigencias del momento y las modas político-empresariales-, de acuerdo, pero la realidad nos dice que sí hay productos, sectores o, en suma, mercados, que nunca volverán a ser como antes, empezando por la industria editorial y editora, y pasando por la telefonía o el turismo. Veamos sintéticamente un inventario más preciso de actividades económicas que van a disruptir y a mutar. No nos va a conocer ni nuestra madre en tres cuartos de hora mal contados.

En la web del Foro Económico Mundial (5 industries in the brink of disruption) pueden encontrar una interesante descripción de cómo la manufactura industrial (con el brutal desarrollo de la robótica y de la impresión en 3D, que nos permitirá hacernos nuestro propio iPhone en casa a la vuelta de 15 años) va a mutar, como el sector financiero (vayan olvidándose del número y servicios de sucursales bancarias, quizá desparezcan las de su barrio; acabaremos siendo testigos de la muerte del capital-riesgo a manos del crowdfunding; pagaremos en invisibles bitcoins). La Sanidad tiende a la detección de enfermedades que aún no muestran síntomas, a partir de dispositivos integrados en plataformas propiedad de Google, Samsung o Microsoft; el coste de la secuencia del genoma humano ha caído de miles de millones a pocos euros, y eso disrupte todo el panorama de la salud... y más cercano: las comunicaciones y la energía están sujetas a un cambio tan radical o mayor que los mencionados. De los cual hablaremos aquí próximamente.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios