Tribuna Económica

Rogelio / velasco

A usteridad sin fin

EN un área económica integrada, en la que los países miembros representan entre el 50% y el 70% de los mercados de exportación, hablar de los países vecinos es hablar de tu propio país. Es el caso de la UE. Hablar directamente de tus vecinos exigiéndoles un cambio de rumbo no es políticamente correcto. Este es el fondo y la forma que el presidente Hollande utilizó ayer en el discurso que impartió en el Parlamento Europeo. Francia se encuentra también con graves problemas económicos. A diferencia de España, no han explotado de manera abrupta, pero cuando se observan las tendencias de crecimiento, gasto y deuda pública, nivel de impuestos y creación de empleo, aparecen como una bomba de relojería. En la última década, Francia ha perdido un 40% de cuota de exportación en los mercados internacionales.

Sin nombrar a nadie, el presidente francés reclamó dos cuestiones, que están íntimamente relacionadas. En primer lugar, esperar de los países que se encuentran en una situación fiscal más saneada, una política de crecimiento que suavice las tensiones dentro de la UE. Esto es posible conseguirlo bien a través del sector público, reduciendo los impuestos, bien a través directamente del mercado, alentando subidas salariales que estimulen el consumo interno.

En segundo lugar, reclamó un cambio de orientación en el BCE, esta vez a través de una política monetaria que contribuya a la depreciación del euro frente a las principales monedas. Hace un año, el euro llegó a rozar un nivel de 1,35 respecto del dólar. Sin embargo, la determinación de la Reserva Federal y los propios buenos datos de la economía de EEUU, estimularon la apreciación del billete verde hasta un nivel de 1,25 a mediados del verano. Desde entonces, el euro ha vuelto a apreciarse hasta alcanzar un nivel de 1,37 esta semana.

En la medida en que prácticamente la única ventana disponible para crecer está orientada hacia las exportaciones fuera de la Eurozona, la evolución y fortaleza comentadas de nuestra moneda, representan un duro golpe a los enormes esfuerzos que los países europeos están realizando para paliar la crisis y salir de ella.

Un área monetaria integrada, debe tener una política de tipo de cambio. No sólo porque, por su propia naturaleza, el tipo de cambio es, de forma indirecta, un instrumento monetario, sino porque contribuye a objetivos del sector real mucho más importantes, a saber: que los esfuerzos tan dolorosos que estamos llevando a cabo para ganar competitividad, son destruidos por un tipo de cambio elevado completamente fuera de la realidad del sector real y del mercado de trabajo. Mientras tanto, desaparecen empresas y se destruye empleo de manera irreversible.

Todo esto no quiere decir que no hagan falta reformas estructurales y que el gasto público tiene que disciplinarse y, sobre todo, reorientarse, para contribuir a salir de la crisis. Hay que hacerlo. Pero es imprescindible separar los problemas a corto de los que son a largo plazo.

Merkel respondió a Rajoy la semana pasada en Chile, que en lugar de políticas expansivas, las empresas españolas deberían exportar más a América. Pero las exportaciones tardan tiempo en materializarse y, mientras tanto, España y otros países europeos padecen la austeridad sin fin.

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