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LA gran incógnita que surge tras la renuncia de Fidel Castro a continuar en sus cargos de presidente y comandante en jefe de Cuba es si se retira solamente de los cargos formales o se retira definitivamente del poder. Es decir, si seguirá mandando desde la sombra -sombra omnipresente y carismática- o se abre de verdad una nueva etapa en la isla.

La duda es pertinente. Está claro que el régimen castrista no va a sobrevivir a su creador. El cambio es inevitable porque Cuba es una isla también en sentido político: un sistema que empezó a resquebrajarse cuando se acabó la Unión Soviética y que ahora resulta directamente inviable. Incapaz de dar alimento y libertad a un pueblo extraordinario en muchos sentidos, y no sólo por culpa del embargo norteamericano (en realidad, el embargo es la gran coartada del castrismo inmovilista).

Pero, insisto, ¿habrá que esperar a la desaparición física del dictador o bastará su desaparición de la escena política institucional? Si quieren saber mi opinión, creo que la evolución del régimen cubano se producirá pronto, aún con Fidel vivo. Probablemente vendrá de la confluencia de intereses entre los sectores aperturistas del castrismo y los sectores moderados de la disidencia interior y del exilio. Con respecto a los primeros, haberlos haylos, y precisamente mientras Castro ha estado con el chándal puesto -más de año y medio- se han registrado tímidos movimientos liberalizadores y autocríticas de las que quizás hasta este momento no podían esperarse consecuencias inmediatas. A partir de ahora será distinto. Recordatorio para escépticos: el hombre que impulsó la transición española del franquismo a la democracia era secretario general del Movimiento Nacional (el partido único).

En cuanto a los disidentes y exiliados, les interesa más un proceso de democratización pacífico e integrador -que tendría importantes avalistas internacionales- que una ruptura inspirada por la revancha y con un alto coste social y político. La mayoría de los cubanos son muy celosos de su independencia y más patriotas que comunistas. Si se adoptaran medidas urgentes para resucitar a la economía nacional devastada por la planificación burocratizada e ineficiente y unas mínimas señales demostrativas del afán de cambio del régimen (liberación de los doscientos y pico presos políticos, libertad de expresión, libertad de movimiento para los opositores), sería posible abortar la tentación del extremismo y tener la fiesta en paz.

El caimán de la canción Se va el caimán era en realidad un hombre que se transformaba en caimán para espiar a las bañistas. Un mirón. Quizás Fidel quedará en mirón del cambio que se avecina.

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