Crónica levantisca

juan Manuel / marqués Perales

Mis valientes

POR un destello de ingenio, merece la pena tragarse un babetón aunque el plato de esta noche nunca me lo acabo. La chirigota Si me pongo pesao, me lo dices canta en la final del Falla, pero como es la penúltima, a Juan -ese psicoterapeuta pasivo y ambulante- no lo veremos hasta eso de las seis de la mañana, que es la hora de la recogida del Perdón. La babeta, por si no lo saben, es una pasta rectangular y corta, introducida por los italianos en Cádiz en el siglo XVII que sólo se puede comer en caldo y con caballas. Engollipa. Lo dicho, esta noche en Canal Sur, la retransmisión en directo más larga del mundo a excepción de los desfiles de samba de Río, que sí gozan de la categoría internacional del Gran Babetón junto al inigualable concurso de agrupaciones carnavalescas de Badajoz.

En el Falla sólo hay destellos; donde rebosa el ingenio de la cotidianidad es en la calle, que además de más ocurrente es más humilde. Y apenas hay comparsas. Esto siempre es de agradecer para los que no adoramos a los mismos dioses que el Kichi, mi alcalde, cuya inspiración ideológica también nace de esos letristas tremendistas que acompañan sus versos con muchos grititos y un disfraz hortera tirando a fantasía. La comparsa fue un engendro folclorista muy al estilo de las Fiestas Típicas, que nacieron para reducir a la chirigota mamarracha, al tango elegante y al cachondeo más irreverente, que son los tres elementos singulares del Carnaval de Cádiz. La comparsa canta a los mismos temas que las sevillanas trágicas, hoy maltrato, ayer ETA, mucho llanto, todo deprisa y muy alto para que no se entienda, justo al contrario que los cantes de Cádiz, que no se cantan, sino que se dicen. Y con mi alcalde, Kichi, el Carnaval se ha acomparsado del .

Pero no, no vengo a criticar al Kichi -por hoy, me guardo-, sino a defender a su antecesora, Teófila Martínez, también conocida como la Teo. Verán, la prueba evidente de que la mayor parte de los afamados letristas oficiales son unos dóciles poetas es que han tenido que esperar 20 años -sí, señores, 20 años- para criticarla. ¡Ahí, mis valientes! Si la santaderina estuviese aún en San Juan de Dios, las afiladas letrillas aún criticarían a Carlos Díaz, un señor que fue alcalde en los tiempos de Maricastaña. Jabón al Kichi ¿Dónde quedaron esos panegíricos a la mujer que defendía a Cádiz de las tropas de Napoleón y de la que sólo se le criticaba su rubio de bote? En fin señores, un poquito de seriedad y, si me pongo pesao, me lo dicen. ¿Vale, Juan?

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