El valor de lo superfluo

La educación es algo más, mucho más, que el aporte de datos o la venta de conocimientos vía máster

Nunca ha habido tanta información que haya conseguido desinformar tanto. No sé si explico bien esto, como diría Cernuda refiriéndose al avance del tiempo. Nunca se ha dispuesto de tantos recursos ni se ha invertido tanto en educación que haya servido para tan poco. Hay quien confunde la escuela primaria con una guardería; la secundaria, con una retención de las bolsas de paro, y la universidad, con una expendedora de títulos. Con la benevolencia de pedagogos y educadores, la educación es algo más, mucho más, que el aporte de datos o la venta de conocimientos vía máster.

Abusando del tópico de dar un pez en vez de enseñar a pescar, el sistema educativo aporta datos, pero no enseña a pensar. Los datos, las fechas, se olvidan y para eso están los libros o internet, para recordarlos, pero no se enseña a buscarlos, a interpretarlos, a disfrutarlos. Con el fin de curso, los que tenemos hijos todavía en edad de estudiar asistimos perplejos a la forma de evaluar sus conocimientos y a ese espectáculo bochornoso en que se ha convertido la Selectividad, esa especie de competición deportiva que ha conseguido poner de acuerdo a todos en el hecho de no dejar contento a nadie.

Cada año asistimos al mismo espectáculo, cada año se levantan las mismas voces cuando se hacen públicos los malos resultados del informe PISA, pero nada cambia, nadie mueve un dedo por mejorar un sistema llamado educativo porque así lo es por decreto y no porque así lo sea en la práctica. El tiempo que se pierde en disquisiciones bizantinas y discusiones rocambolescas sobre temas que no deberían ser más que una anécdota, consigue dar de lado a temas realmente importantes como son la educación o el sistema público de salud, ambos en franco deterioro a pesar de ser los pilares de una sociedad libre y justa.

Hace unos meses leía sorprendido que los municipios en los que se habían vendido más coches nuevos eran precisamente los que figuraban a la cabeza de las listas de paro y pertenecían a las zonas más deprimidas de la provincia. Algo no cuadra. O las cifras son falsas y no reflejan la realidad o la escala de valores ya no es la que era. Ahora que a algunos se les llena la boca con expresiones tan repetidas como la sostenibilidad o la educación en valores, habría que preguntarles que a qué clase de valores se refieren. Cada vez es más complicado distinguir lo fundamental de lo superfluo.

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