La esquina

josé / aguilar

¿De verdad hay futuro?

SALIR, vamos a salir. De la crisis, me refiero. La cuestión no es tanto saber cuánto tiempo nos va a llevar, sino cómo nos vamos a quedar cuando salgamos, qué sociedad aparecerá cuando amaine el temporal y quede atrás la recesión.

Tengo pocas dudas. Será una sociedad más empobrecida y más desigual. Quienes han podido conservar sus puestos de trabajo en estos años sombríos lo han hecho a costa de asumir la reducción de sus salarios o el recorte de sus derechos laborales o, más frecuentemente, las dos cosas a la vez. El trabajo ha pasado a ser un bien escaso y/o precario. Hay que olvidarse del antiguo empleo para toda la vida, y casi también del empleo acorde con la cualificación o la vocación del trabajador. Se trabajará en lo que se pueda y durante el tiempo que se pueda.

¿Y qué decir de los que han perdido el empleo durante la crisis? Si tienen más de cincuenta años y escasa formación, les será muy difícil reingresar a un mercado laboral más exigente, en el que la construcción no volverá a ser lo que fue y en el que la demanda de mano de obra llegará matizada por la exigencia de preparación y conocimientos específicos para los sectores en alza. Los parados de edades más tempranas lo tienen aparentemente más fácil, por puras razones biológicas: disponen de más tiempo por delante para encontrarlo.

Pero no es tiempo lo que más necesita el parado para dejar de serlo, sino cualificación profesional. Es lo que no tiene. El reciente informe de la OCDE revela que la mitad de los desempleados españoles dejó los estudios a los 14 años. Estamos en los puestos de cabeza europeos en porcentaje de ni-nis: jóvenes que ni estudian, porque han abandonado o han fracasado, ni trabajan... y menos que van a trabajar porque la reactivación económica se asentará sobre un tipo de trabajo de elevada calidad y especialización. Los estudios superiores no garantizan hoy por hoy el empleo a las nuevas generaciones, pero haberlos abandonado o haberse quedado en los niveles inferiores lo hace todavía más dificultoso. Ya hay estadísticas sobre esto.

Aunque muchos no lo comprenden hasta que ya es demasiado tarde, tener un título universitario no es baladí. Acaba sirviendo de algo. En la economía que surgirá de esta crisis casi todos seremos más pobres, y los que más, aquellos que no han podido o querido estudiar. El trabajo, escaso y precario, se lo repartirán los otros.

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