Gafas de cerca

josé Ignacio / rufino /

Las verdades del barquero Juncker

UNA de las imágenes más elocuentes del año pasado es la foto en la que Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo o reunión de ministros de Economía de la Zona Euro, agarra por el cuello a nuestro Luis de Guindos; una metáfora gráfica de la asifixia impuesta a España por el núcleo duro de la Unión Europea. Al parecer, el que también es primer ministro de Luxemburgo es un tipo bromista, irónico y desenfadado, que de todo hay en el pequeño Gran Ducado, el país con mayor PIB per cápita del mundo según el Banco Mundial (que Juncker, por cierto, dirigió: un currículum galáctico el de este hijo de un obrero industrial y líder del principal partido conservador de su país). Esta semana, Juncker ha pronunciado su discurso de salida del cargo, que abandonará a final de mes. Y ha soltado por ese piquito -tiene una cara de pájaro innegable- verdades a borbotones... verdades que nunca en el ejercicio del cargo crucial que abandona dijo en el momento y forma debidos. Como Pablo de Tarso al caer del caballo y perder la visión a la vez que descubría a Dios. O como esa persona que, al abandonar a su pareja, le dice todas las cosas que nunca antes le dijo y el abandonado no sospechaba siquiera. Se ha despachado a modo, Jean-Claude. Pero tan, tan tarde. En fin, menos da una piedra. Sus verdades reconfortan aunque él ya no pueda curar. Como el vicks vaporub.

Repasemos las verdades del barquero luxemburgués. De entrada, un nórdico como él arrea una gran bofetada a la arrogancia y a la superioridad casi congénita de la que alardean no pocos alemanes (añadan holandeses y finlandeses), incluidos muchos de sus representantes políticos: le parece más que exagerado que la "Europa del Norte" se crea "más virtuosa" que la del Sur, y la invita a analizar sus propios desastres domésticos, en buena parte enjugados por una posición ventajista en la financiación pública y en el castigo a sus propios desmanes bancarios. De hecho, pide que se afloje el dogal que con disciplina germánica está anudado, entre otros, al cuello español; Alemania aprieta pero no afloja. Dice tener "muchos interrogantes sobre el ritmo de rescate que hemos impuesto a estos países".

Por causa de ese adelgazamiento tan insano en su ritmo, países como España están más en el zaguán que en la antesala de una tragedia social sin precedentes para la mayoría de los españoles vivos. Las duras imposiciones de recorte han causado una hemorragia en el empleo de difícil valoración, por lo que el saliente Juncker reclama "políticas activas en el mercado laboral". Mire usted por dónde. ¡Y cuándo! Incluso propone un "salario mínimo europeo", algo que se nos antoja profundamente utópico. ¿De verdad hace falta que la gente escriba sus memorias o abandone su cargo para decir lo que tenía que haber dicho?

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