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carlos / colón

De verdugos y bocazas

ES evidente que Rajoy no le ha llamado como experto, sino como verdugo para rematar las políticas encomendadas a Mato en contra de las mujeres", dijo la diputada socialista Carmen Montón al nuevo ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, como bienvenida parlamentaria. Ustedes y yo sabemos lo que significa verdugo, pero para mayor exactitud recurro a la RAE: "Ministro de justicia que ejecuta las penas de muerte y en lo antiguo ejecutaba otras corporales, como la de azotes, el tormento, etc… Persona muy cruel o que castiga demasiado y sin piedad". Piensen ustedes lo que piensen y voten lo que voten, ¿de verdad creen que el señor Alonso ejecuta penas de muerte, azota y tortura o que es muy cruel y castiga sin medida ni piedad? ¿De verdad creen que es un verdugo de las mujeres?

Las licencias retóricas en la confrontación política tienen límites. Y uno de ellos es el de llamar verdugo a un ministro que, para colmo, aún casi ni ha tenido tiempo de empezar a trabajar. Se puede y se debe criticar la gestión de cualquier ministro (aunque hay que recalcar que en este caso no existe aún gestión que someter a la critica), pero en ningún caso se le puede echar encima la pesada y sucia carga que la palabra verdugo conlleva. Intentando hundirse el uno al otro para salir a flote, el PSOE y el PP podrían hundirse juntos. En este hundimiento tiene más que perder el PP que el PSOE, porque tiene izquierda extrema y populista con la que pactar, y tal vez por eso esté sobreactuando tan irresponsablemente.

Hace pocos días, refiriéndose a las críticas a Pedro Sánchez desde el PSOE andaluz -incluida la denuncia del presunto pucherazo en las primarias- y la reunión entre Susana Díaz y Eduardo Madina, dijo Manuel Chaves: "Quisiera mandar un aviso a navegantes. El partido en estos momentos tiene muy pocas oportunidades, y éstas se llaman Pedro Sánchez. Por lo tanto, convendría no jugar con fuego". El problema más grave para el PSOE, partido tan esencial como el PP para la estabilidad política de España, sería que quien jugara con fuego fuera el propio Pedro Sánchez. Afectado por el virus "podemitis" podría caer en la tentación de extremar su discurso permitiendo que el debate político se rebajara aún más con afirmaciones tan groseras como la de la secretaria de Igualdad del PSOE o, como sucedió ayer, volviendo a tachar al PP de franquista. Una estrategia tal vez eficaz por su elementalidad, pero sucia.

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