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La ciudad y los días

Carlos Colón

Una vergüenza

EL tratamiento informativo dado por algunas televisiones a la muerte del joven en el encierro del pasado viernes volvió a demostrar la necesidad de la redacción de un código deontológico que emane de los propios medios y sea voluntariamente asumido por ellos; o que emane del Gobierno y sea impuesto legalmente. Sería preferible lo primero; pero lo veo difícil, si no imposible, dado el imparable proceso de competencia en la abyección en que se han empeñado las cadenas.

La telebasura y el circo mediático están utilizando el lógico rechazo que suscita la palabra censura y el democrático respeto a la libertad de expresión para encubrir una repugnante estrategia de captación de audiencias que nada tiene que ver con el derecho a la información y la libertad de expresión. Estos bienes se invocan para justificar la difusión de imágenes que carecen, en el sentido serio de la palabra, de interés informativo; o que nada añaden a una información relevante. Es el caso de las fotos de la juerga de Paquirrín con una streaper brasileña y de las fotografías o vídeos de la agonía del joven corneado, por referirme a dos hitos informativos ofrecidos el mismo día por las televisiones. Sobre lo de Paquirrín nada hay que decir: es la lógica del universo de la telebasura. Sobre lo del chico fallecido, que pertenece presuntamente al universo de la información seria, cabe preguntarse: ¿qué aporta a la noticia verle en la camilla con el rostro ensangrentado, yéndosele la vida por las heridas y por los ojos? Morbo, sensacionalismo, perversa satisfacción de curiosidad malsana.

En la edición digital de El País del viernes podía leerse, junto al vídeo de la cogida: "Momento en el que un toro de Jandilla empitona a un joven en el cuarto encierro de las fiestas de Pamplona. El mozo ha fallecido a causa de las heridas. El vídeo ha sido cedido en exclusiva a Cuatro". En él se pasaba tres veces la cogida, dos en cámara lenta y una a velocidad normal, y después se veía al chico tirado en el suelo, agonizando. En este vídeo la cara del agonizante estaba pixelada. En las imágenes emitidas por Cuatro no lo estaba. Como si no mereciera respeto ni tuviera familia.

Más grave aún, porque se supone que la prensa escrita es el último reducto de la seriedad informativa salvaguardada del obsceno, pornográfico y sanguinario universo mediático actual, fue el panorama ofrecido por los quioscos el pasado sábado. Salvo Abc, Público y La Razón, todos los periódicos -nosotros también, desgraciadamente- traíamos en portada la fotografía del ensangrentado rostro agonizante del joven. Una vergüenza.

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