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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Las vergüenzas y ridículos de la pos-Feria de Sevilla

Estos días posteriores a la fiesta hay personajes conocidos que se quejan por no haber sido invitados a ciertos actos y recepciones

Un camarero perfectamente uniformado

Un camarero perfectamente uniformado / M. G. (Sevilla)

Una semana después de la Feria resulta la mar de entretenido asistir a la ceremonia de quejas, lamentos y reproches en privado de quienes no han sido invitados a ciertos saraos o de quienes han realizado invitaciones no atendidas. Se escribe mucho de la pre-Feria, ¿pero qué me dicen de esa pos-Feria interior que nadie analiza en público? Vamos a ello. Hay que distinguir los actos previos, con los cuerpos en forma y descansados, de las recepciones que se celebran en los días de farolillos. Casi son más importantes los primeros, donde destacan, por poner algunos ejemplos, la presentación del Tío Pepe en rama en el Real Alcázar, el potaje de mediodía de Miguel Gallego, el arroz de Carlos Herrera, la copa en el hermoso patio de la Fundación Cajasol, la fiesta en la Casa Guardiola de la Puerta de Jerez, y ese par de cumpleaños selectos que se convocan en algunas casetas antes del ‘alumbrao’ con los que la Policía Local hace la vista gorda mientras no pongan la música muy alta…

Les aseguro que más de un personaje muy conocido de Sevilla y Andalucía ha elevado irrisoriamente su queja por no estar incluido en la lista de invitados de algunas de estas citas. Increíble. Un hazmerreír en toda regla. Hay una suerte de cabildo de disciplina, como en las cofradías serias, en las que se repasan los desprecios o los no aprecios ocurridos en la pre-Feria y en la Feria, las ausencias y hasta la calidad de las bebidas y viandas. Hay gente con la cara dura como la pata de un paso, catetos con pretensiones que reclaman (exigen) su derecho a estar, simplemente a estar, en todos y cada uno de ellos. Y no saben la vergüenza ajena que provocan, porque al final Sevilla es un pueblo que sigue hablando en voz baja y mirando tras los visillos. Ignoran que el éxito de un acto en esta ciudad es dejar a gente fuera. Por eso quizás los han dejado fuera… o sencillamente porque en el fondo no son respetados como quisieran. Y menos aún después de haber demandado su derecho a que les envíen con tiempo el ‘save the date’. Ninguno se pregunta por qué no les invitan: tal vez porque en la última ocasión acudieron en zapatillas o en vaqueros. Quién sabe… En Sevilla nadie te dice la verdad, acaso te dan un abrazo y te orillan con una sonrisa fría aunque tengas un perfil muy conocido.

El morbo, además, se pierde si una fiesta es masiva, salvo que sea la presentación de un libro o, por supuesto, una convocatoria electoral. Algunos olvidan aquello que se debía traer bien aprendido de casa: nadie se debe autoinvitar a nada por la jeta. ¡Cuánto se echa de menos esa Educación General Básica! Todavía más importante es saber administrar las ausencias. Muchísimas veces lo mejor y lo más indicado es no participar en ciertas fiestas. Ya saben ustedes aquella lección para moverse por Sevilla que terminaba con la coletilla… “ausencia o  presencia, según conveniencia”. La pos-Feria está dejando verdaderas perlas, meteduras de pata clamorosas, ejemplos de vanidades pueriles y, en fin, unos cuantos motivos para reírse. Siempre es recomendable. No saben algunos lo larga, larguísima, que está siendo la Feria… En vez de cabeza para pensar, han tenido un farolillo.

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