OTRA vez, como hace ahora justo un año, el estadio Manuel Ruiz de Lopera y el club titular del mismo, el Real Betis Balompié, vuelven a asomarse con sus colores verdiblancos a todas las pantallas de televisión del mundo. Otra vez, como hace ahora justo un año, la ciudad de Sevilla es nombrada en todos los idiomas posibles por una desfachatez y no por sus bondades.

Otra vez, como hace ahora justo un año, un energúmeno arroja una botella al terreno de juego en vez de destrozársela él mismo en su propia cabeza. Otra vez, como hace ahora justo un año, un profesional del fútbol aparece tumbado en el césped del estadio del Betis rodeado de miembros de la Cruz Roja después de haber sufrido una agresión. Otra vez, como hace ahora justo un año, ese profesional es evacuado en camilla del estadio en estado semiinconsciente.

Otra vez, como hace ahora justo un año, un partido del Betis es suspendido por un árbitro por la ocurrencia de un irresponsable que se hace llamar aficionado. Otra vez, como hace ahora justo un año, los que sí son aficionados, los que sí son simplemente seres humanos, identifican al animal que ha estado a punto de causar una desgracia. Otra vez, como hace ahora justo un año, la cúpula directiva y accionarial del Real Betis Balompié emite un comunicado mostrando su más enérgica repulsa por el suceso y deplorando un hecho aislado que ahora, justo un año después, ya no está aislado.

Otra vez, como hace ahora justo un año, el Betis se enfrenta a una sanción administrativa y deportiva que perjudicará al equipo y al club. Otra vez, como hace ahora justo un año, la imagen del Real Betis Balompié rueda por los suelos y se asocia en todo el mundo con una agresión injustificada y cobarde. Otra vez, como hace ahora justo un año, ¡qué pena da todo!