SUELE pasar que una campaña electoral vaya multiplicando las crispaciones para que las enemistades proliferen y se espere el día de las urnas con la cautela lógica y, en muchas ocasiones, con más miedo que vergüenza. Decíamos el otro día que lo que estaba ocurriendo en el PSOE aconsejaba bisturí, casi su refundación, buscar otro Suresnes que lo hiciese viable y el resultado de este congreso no hace más que confirmar que procede una catarsis en el partido. Siempre pasa que unos comicios igualados dejan unas enormes ganas de revancha entre los que no asumen su derrota para convertir el día a día en un universo inhabitable donde el navajeo prolifera. Y así, con el partido roto y con el 25-M como fecha límite para una tregua artificiosa, es como ha terminado un congreso que ha tenido más de torniquete que de intervención quirúrgica para que un gran partido como era el PSOE vuelva por sus fueros.