Tribuna Económica

Joaquín Aurioles

L a vía de la recuperación

ALGUNAS instituciones privadas nacionales están ofreciendo al Gobierno la comprensión que le niegan los organismos internacionales sobre la proximidad del abandono de la recesión. Una décima de crecimiento después de año y medio en negativo no es como para tirar cohetes, pero los últimos datos de empleo y la capacidad demostrada por el BCE para gobernar las tensiones en los mercados de capitales son argumentos razonables para cambiar el chip del pesimismo recalcitrante por el de una prudente confianza en que las cosas podrían comenzar a mejorar.

Los norteamericanos tienden a evocar la crisis del 29 para comprender la naturaleza de la actual y la mejor forma de combatirla, convencidos de haber aprendido lo necesario para no volver a equivocarse, aunque en nuestro caso puede ser más provechoso tomar la referencia de la salida de la crisis de los 90. De mucho menor calado que la actual, tiene la indudable ventaja de su proximidad en el tiempo, además de algunas similitudes significativas, entre las que destacan el papel del sector público y las exigencias en materia de recuperación de la competitividad.

La crisis de los 90 vino precedida del hundimiento financiero del sector público, tras los fastos del 92. La principal diferencia con la situación actual es que la pertenencia a Europa no sólo proporcionó los fondos necesarios para desarrollar un ambicioso programa de infraestructuras, sino que también facilitó la salida a los mercados de capitales. España pudo acometer un riguroso programa de consolidación presupuestaria con las comunidades autónomas y otro de privatizaciones que permitieron alcanzar el objetivo de déficit y endeudamiento exigido a los aspirantes a entrar en el Euro. Ahora Europa no sólo no ayuda, sino que aprieta todo lo que puede, mientras que tanto el margen financiero de las comunidades como el patrimonio empresarial del Estado se encuentran completamente agotados.

En lo que se refiere a las exigencias de competitividad la principal diferencia está en que la vía utilizada hace dos décadas fue la devaluación de la peseta (en tres ocasiones entre los veranos de 1992 y 1993, además de una cuarta en 1995), mientras que ahora nos vemos obligados a aceptar una devaluación de los salarios. Los efectos son similares (empobrecimiento, contracción del consumo y mejora de competitividad) y ayudan a entender que, aunque el abandono de la crisis se inició en el tercer trimestre del 93, cuando la economía creció un 0,9% gracias al tirón de las exportaciones y el turismo, la sensación de recuperación se demoró hasta finales del 96. Fue la última vez que se redujo la inversión, el consumo familiar estaba a punto de despegar definitivamente y todo ello comenzó a reflejarse en el mercado de trabajo. Previamente se había iniciado el camino hacia el euro, con la consiguiente expansión de la liquidez y reducción de tipos de interés. Dos crisis muy diferentes, pero también algunas coincidencias, como la fortaleza del sector exterior y el turismo y la inyección masiva de liquidez. También la incógnita en esta ocasión es cuánto se va a demorar la recuperación del consumo, la inversión y el empleo.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios