El pasado fin de semana se celebró en Sevilla el III Congreso Andaluz de Pacientes con Cáncer que, continuando la senda abierta por sus anteriores ediciones, en Málaga, reunió a un millar de congresistas bajo la singularidad que siempre ofrece la visión -más allá de lo científico, de lo cual también hubo- de los intereses, inquietudes y necesidades de quienes la sufren en propia carne o en la de un ser muy cercano.

Como iniciativa de la Asociación Española contra el Cáncer y con un elaborado y completo programa y una variada composición de las diferentes sesiones plenarias o mesas taller simultáneas, hizo desfilar ante los presentes tanto la investigación y el mapa de la realidad actual del cáncer como las preocupaciones que laten bajo las sábanas de los hospitales, en los sillones de tratamiento o en la mente y el ánimo de quienes cruzan ese largo, oscuro y complicado túnel que va desde el diagnóstico hasta el después que le sigue, cada vez más luminoso, esperanzador y colorista. Conjugando el enfoque médico con el personal e íntimo del paciente y su círculo, sus miedos al desenlace, el progreso de la enfermedad en sí, las angustias por el entorno familiar, por el dolor, por las complicaciones laborales y sociales, por las secuelas no sólo físicas que se convertirán en recurrentes compañeras de viaje, al final todos se llevaron del Congreso una manifiesta alegría por el protagonismo que en este trance cobran los valores olvidados e importantes de la vida, respirados minuto a minuto. Testimonios de una emoción compartidos con el recuerdo de quienes se fueron pero dejando legados impagables de utilidad para quienes les siguieron. Hubo especialistas ahondando en las grandes expectativas de las diversas patologías oncológicas. Se llegó a decir que un diagnosticado actual es una persona con suerte… a la vista de lo que supone afrontar la enfermedad hoy comparándola con años pretéritos dados los avances alcanzados y los que vienen. Hubo experiencias, datos. Hubo repaso a los servicios gratuitos que hoy prestan tantas asociaciones de pacientes. Hubo refrescantes invitaciones a esa gran vacuna del cáncer que son los hábitos de vida saludable, la buena nutrición o el deporte. Hubo doctos ejecutivos desbrozando las salidas laborales que aquí tanto se complican. Hubo incluso famosos implicados hasta la médula como Diana Navarro o como Pascual González, que sigue cantando pese a su laringectomía o, como broche de risoterapia, los Morancos demostrando el humor que no cesa incluso en los momentos más duros.

Junto a la alegría con la que abandonaban los congresistas el Encuentro y a las conclusiones y retos planteados, un fruto inmediato será la instalación en los hospitales sevillanos, públicos y privados, de la Campana de los Sueños. Una iniciativa importada de Toronto que llena de gozo cada unidad cuando resuena avisando que otro paciente ha alcanzado el fin del tratamiento, un anhelo que ayuda a llegar a ese momento dibujando una y otra vez en quienes más lo necesitan esa sonrisa que el cáncer llegó a creer un día, equivocadamente, que conseguiría borrar. Pues como rezaba el eslogan del Congreso, la vida da para más.