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La vida en dos dimensiones

Habrá menos público en el teatro o los conciertos, pero se adaptarán al nuevo tiempo

Llevamos más de cuarenta días, y los que vendrán, aislados en nuestras viviendas. Cada uno de nosotros lo sobrelleva buenamente, mejor o peor según el número de personas que conviven y las habitaciones y espacio libre de que dispongamos. Aunque la situación es común a todos, la manera de soportarlo es diferente en cada caso. Cuando pase la fase crítica habrá que reflexionar sobre las viviendas y los metros cuadrados mínimos por persona y los criterios de diseño.

Afortunadamente todo esto ha ocurrido en primavera y aún quedan semanas para el fuerte calor. Las casas pueden ventilarse, costumbre saludable según nos enseñaron nuestros mayores y en estos días más. Por las ventanas vemos la calle y por las pantallas, el mundo. ¿Cómo es la vida sin internet, como aún ocurre en el 15% de los hogares andaluces? Contactos familiares por el móvil y tertulias de amigos por las redes sociales. Y el disfrute de música, danza, cine, teatro en las distintas plataformas. Visitas virtuales a monumentos, museos, paisajes y ciudades, nos han aliviado todos estos días pasados y todos los que puedan venir. Pero ¿qué consecuencias va a tener vivir todo en dos dimensiones, las de las pantallas? ¿Qué consecuencias va a tener para los espectáculos que se disfrutan presencialmente?

En una carta abierta del pasado 10 de abril, Oberdan Forleza, presidente de la Fundación Teatro Due di Parma, ha escrito: "La situación es muy grave hoy, cuando todos los locales y teatros están cerrados. Pero mañana, cuando sea posible comenzar de nuevo, ¿seguirá habiendo un deseo de cultura, entretenimiento y en qué medida?".

Cuando asistimos a un concierto o a un espectáculo tenemos una vivencia personal única. Movimientos, sonidos, luces, rumores del público, son para toda la audiencia y también solamente para nosotros. La realidad del escenario y de la sala tal cual es, sin eliminar errores, sin editar. Única e irrepetible.

El día de mañana viviremos una paradoja: estaremos en una sociedad donde las medidas de distanciamiento social serán imprescindibles, mientras que el teatro, como la ópera, la música, la danza, el flamenco, son artes que nacen para lo social, para lo colectivo y para la proximidad.

Las perspectivas no son buenas. Sea cual sea el deseo del público de regresar al teatro o a las salas de conciertos y otros lugares de entretenimiento, habrá menos público, tanto por falta de voluntad como por desconfianza por las medidas o simplemente por falta de dinero. Porque, como se ha dicho y repetido en estos días, hasta que todos seamos vacunados contra la enfermedad, debemos olvidar el teatro como lo hemos conocido hasta ahora. Quizás la crisis permanente de siglos del teatro haga que aparezcan nuevos modos de hacerlo y disfrutarlo.

Los locales y teatros seguramente se adaptarán al nuevo tiempo y a los nuevos comportamientos del público. Porque un teatro presencial y poético no desaparecerá de nuestro mundo. Porque la vida no es en dos dimensiones.

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