DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

La esquina

A los viejos les dieron el mitin

Aquinientos jubilados gallegos les prometieron una jornada de excursión a Portugal, comida y cena incluidas, por quince euros. ¿Quién no se apunta a una ganga así? La excursión tenía truco: los diez autobuses que transportaban a los jubilatas pararon inopinadamente en un hotel de carretera y allí se les apareció en carne mortal el vicepresidente de la Xunta, Anxo Quintana, candidato a repetir en este cargo a partir del 1 de marzo.

Los ancianos asistieron de este modo a un mitin forzoso, semejante a los que organizaba cada dos por tres el antiguo régimen -¡qué régimen va a ser! ¡El Régimen con mayúsculas!- por el procedimiento del acarreo con viaje y bocadillo gratis total. Bueno, aquellos mítines eran gratuitos y éste de Galicia tenía un precio simbólico y no se estaba obligado a aplaudir al caudillo Quintana. También es verdad que los que iban a aclamar al otro Caudillo, el gallego de las mayúsculas, sabían a lo que iban y estaban convencidos de antemano, mientras que en el de ahora nadie se ha visto forzado a dejarse convencer. Ni siquiera a escuchar, aunque la mayoría lo hizo.

Anxo Quintana, que cogobierna Galicia gracias al pacto de su Bloque Nacional Galego con el socialista Pérez Touriño, se presentó en un vídeo de precampaña como una reencarnación de Espartaco que con su lucha heroica se dispone a liberar a los gallegos esclavizados por el centralismo. Con el episodio de los jubilados más bien recuerda a Espartaco Santoni, que en paz descanse, por lo folclórico del asunto. Él se ha declarado ajeno a la organización del atraco político, pero los organizadores bien que estaban al tanto de lo que pretendían. El viaje, y el mitin, lo planeó la Confederación Gallega de Mayores, que recibe cuantiosas subvenciones de la Consejería correspondiente, en manos del Bloque de Espartaco, digo de Quintana.

El voto de los jubilados y pensionistas es un tradicional objeto de deseo de los partidos en todo tipo de elecciones, que parten de una premisa ciertamente discutible: que es un personal más bien pasivo y desinformado, temeroso con el poder de cada momento y fácilmente manipulable. No tiene por qué ser así. Cada vez son más numerosos los ancianos conscientes de que sus modestas pensiones no se las regala ningún gobernante espléndido, sino que las proporciona el Estado después de muchos años trabajando y cotizando, y también de que detrás de la cortina de los centros electorales cada uno elige la papeleta que le parece. No creo que se dejen influenciar por un mitin perpetrado a traición, como esas reuniones en hoteles en las que se promete a los asistentes un reloj o una semana de vacaciones a cambio de nada. De nada más que sentarse a escuchar a unos charlatanes pesadísimos que no te dejan marcharte hasta que no te han sacado el dinero para una vivienda en multipropiedad o la suscripción a una enciclopedia.

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