la ciudad y los días

Carlos Colón

El violinista y los tejados

IMAGÍNENSE esta historia como un cuento de Shalom Aleichem ilustrado por Chagall. Empieza con un violinista llamado Samuel Sherman huyendo de Rusia y culmina con sus nietos Robert y Richard volando sobre los techos de Londres al son de las canciones que cantan una niñera y un deshollinador.

Samuel Sherman dejó en 1903 su Kiev natal, huyendo de los pogromos zaristas, para establecerse en Praga. Aunque le fue bien, llegando a ser primer violinista en la corte del emperador Francisco José, en 1909 decidió emigrar a América con su mujer y sus cinco hijos. Nueva York no fue la tierra de promisión esperada y al poco huyó agobiado, abandonándolos. Al Sherman, el mayor de sus hijos, se vio convertido en el cabeza de familia a los trece años. Su virtuosismo para la improvisación pianística le permitió sacar adelante a los suyos como músico acompañante de películas mudas. En 1916, con diecinueve años, era contratado por Universal y en 1918 iniciaba su carrera como compositor. Sus canciones serían incluidas en los espectáculos de Broadway George White's Scandals y Ziegfield Follies e interpretadas por Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, Bing Crosby o Frank Sinatra.

Sus hijos Robert y Richard, también compositores, formaron pareja musical en 1951, crearon la compañía Music World Corporation en 1958 y se integraron en el departamento musical Disney en 1960. Su primer éxito internacional fue It's a Small World, compuesta en 1964 para el pabellón de la Unicef en la Exposición Universal de Nueva York y desde entonces himno de todos los parques de atracciones Disney. Un año más tarde llegaban a la cumbre al lograr dos Oscar por Mary Poppins, su obra maestra nunca olvidada y recientemente producida en versión teatral. A ella hay que sumar, entre otras muchas, sus canciones para Chitty Chitty Bang Bang, también llevada recientemente al teatro, Los aristogatos, La bruja novata o Tom Sawyer.

¿Y esto qué tiene que ver con La ciudad y los días? Bueno… Tiene que ver con un niño que la tarde del 16 de diciembre de 1965 fue al cine Imperial a ver Mary Poppins. Con un tipo que cada vez que va a Londres tararea Feed the Birds en las escalinatas de la catedral de San Pablo. Con un padre al que, cuarenta años después de aquel diciembre en el Imperial, se le saltaron las lágrimas al ver con su hijo la versión teatral de Mary Poppins en el Prince Edward de Londres. Como ese niño, ese tipo y ese padre soy yo, vaya desde aquí mi agradecido adiós a Robert Sherman. "Quiso traer un poco de felicidad al mundo", ha dicho su hijo al notificar su fallecimiento.

Doy fe de que lo logró.

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