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La virgen de la lejía

Arrojar lejía a imágenes religiosas nos parece un asunto menor si evocamos los tiempos en los que las quemaban

El mundillo cofrade andaluz anda atribulado. En Jaén han arrojado lejía al paso procesional de la Virgen del Rosario en una calle. No marchan bien las cosas por la provincia de los olvidos seculares. La sequía ha provocado la peor campaña del olivar desde 2012 y el pistacho crece como cultivo alternativo para competir con el pistacho turco de Gaziantep. La plataforma Jaén Merece Más, creada para las elecciones andaluzas, no es más que una enternecedora vía muerta. El añorado Real Jaén es sólo un trasgo blanco y lila que hoy pulula por los pozos balompédicos de Tercera Federación. La Feria de San Lucas, otoñal y desapercibida, se antoja como una fiesta tardona, alejada del colorín fragante de la primavera. La deslumbrante catedral de Andrés de Vandelvira no suele recibir regueros de visitas (el paquete renacentista Úbeza-Baeza se lo lleva casi todo). Y, encima, a las procesiones religiosas les arrojan ahora chorros de lejía. No se sabe aún si ha sido una gamberrada o si ha sido un acto ultra anticlerical.

Arrojar lejía a una imagen religiosa nos parece un asunto menor si evocamos los tiempos en los que se quemaban imágenes o se tiraban bombas al paso de un palio (en Sevilla, en la Semana Santa de 1932, arrojaron una bomba a La Estrella y en 1977 volvió a sufrir la amenaza de un falso explosivo colocado en el paso). La Hiniesta ha sido una de las cofradías más sufridas por incendios y ataques a sus imágenes en su iglesia del barrio de San Julián durante la República. Hace pocos días, alguien echó lejía también a la titular de la corporación en su altar de cultos. La talla no sufrió abrasiones ni daños. ¿Un prioste enojado por ser destituido? ¿Obra de un loco de atar?

Si a alguien le irrita que la imagen de María pase por su calle, lo civilizado sería que pusiese una denuncia formal (por ruido molesto, por ir contra el estado aconfesional, etc.). De lo contrario estaría dando motivos para que más de uno vertiera aguas fecales al paso de una nueva procesión proabortista del Coño Insumiso. El arribafirmante ha de soportar en su casa decenas de chucherías cofrades a lo largo del año. Pero no nos da por arrojar lejía ni orines a quienes a veces nos parecen idólatras, jartibles enfermizos o histéricos hiperbólicos como los que fueron mandados a callar en el Cerro del Águila. Somos más del cristianismo de silencio y abrigo interior, como hacen los Amigos del Desierto de Pablo d'Ors. Nos basta con cerrar postigos y ventanas a la espera de que pase la comitiva que para unos porta a la Madre de Dios y para otros una simple imagen. Así de sencillo.

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