LA bolsa española saluda alborozada la venta que ha hecho Abengoa de su filial Telvent, una de sus empresas emblemáticas, hasta el punto de que cotiza en el mercado bursátil Nasdaq en Wall Street. Dentro de una estrategia de ventas y desinversiones que incluye otras operaciones de traspasos en Brasil, Abengoa ha reducido en una semana 1.430 millones de euros de su deuda global. A Napoleón se atribuye la frase Una retirada a tiempo es una victoria. En Palmas Altas han seguido la máxima y no han tenido pereza emocional que les inmovilizara en la aureola de éxito que desprendía la foto enviada en octubre de 2004, cuando los hermanos Felipe y Javier Benjumea posaban en Nueva York con la cúpula de Telvent, encabezada por Manuel Sánchez Ortega, ahora consejero delegado de Abengoa, un ejecutivo que es mucho más que el nieto de Manolo Caracol. Las mejores empresas son las que saben transformarse y reorientar sus ámbitos de negocio lo que haga falta.

Vean un ejemplo tenido en cuenta y analizado en libros. En el año 2004, la finlandesa Nokia era una de las empresas más admiradas a nivel mundial por su liderazgo en la fabricación de teléfonos móviles y otros equipamientos de telecomunicaciones. Pero su origen data de 1865 para fabricar pulpa de madera para la producción de papel. Cuarenta años después también se prodigó en los derivados del caucho. Y treinta años después entró en el sector del cableado. Así sucesivamente, y ahora tiene que reinventarse de nuevo para no desaparecer, porque en sólo tres años ha perdido el liderazgo tecnológico (arrebatado por empresas que antes no se dedicaban a los móviles) y, sobre todo, ha perdido el olfato a la hora de acertar en sus planes estratégicos.

Abengoa es cada vez más una multinacional dedicada a la innovación energética, uno de los sectores más estratégicos. Telvent fue el resultado de subirse a la ola de las telecomunicaciones. Nadie puede descartar que, dentro de 25 años, la actividad central de Abengoa pudiera ser la biomedicina o la ingeniería de la alimentación.