¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Su vivo retrato

Más que la caricatura del nacionalismo, Quim Torra es su retrato hiperrealista, como los que pinta Hernán Cortés

Se equivocan, probablemente de forma interesada, los que nos dicen que Quim Torra es una caricatura del independentismo catalán. Más bien lo vemos como su retrato hiperrealista, al estilo de los que pintan Antonio López o Hernán Cortés. El político de Blanes es la desafortunada encarnación, la viva imagen, de todos los vicios de un movimiento que ha perdido definitivamente el rumbo. Se ve muy claro con esta luz otoñal de octubre. Pese a que es evidente que la sentencia del Supremo ha sido lo más blanda posible, pensada para salvar la dignidad del Estado, pero también para facilitar futuros enjuagues políticos y los pactos de estabilidad, Quim Torra, como casi todo el independentismo catalán, finge no comprender el mensaje y habla de "venganza", "dureza inquisitorial" y todo ese pienso del que se alimentan las movilizaciones violentas de los últimos días. Los "halcones del nacionalismo español" estarán que trinan con Marchena y su sentencia, pero las palomas de la paz catalanas han convertido las calles de Barcelona en una inmensa barbacoa, en una larga y siniestra noche de San Juan. Es un auténtico milagro que -al cierre de esta edición, como se decía en los gloriosos tiempos del papel- el aquelarre apenas se haya saldado con un tuerto, un canco y un chichón.

El problema del honorable es que es un malvado de escasa lucidez. Se niega a condenar los altercados y se dedica a cortar carreteras, pero poco después, cuando ve que su política de desbordamiento está degenerando en un brote de violencia extrema -con guerrilleros urbanos en monopatín y los bomberos de Colau con plomo en los pies-, le entran las prisas y nos mantiene a todos despiertos hasta las 12:30 para echarle la culpa de todo a unos "infiltrados", como en las películas. Eso sí, no muestra ninguna prueba, al igual que tampoco las exhibe el nacionalismo catalán cuando afirma aquello de "Espanya ens roba" y otras consignas propias de una asamblea de ufólogos.

Como colofón a tanto dislate, el president aprovechó ayer su comparecencia en el Parlament para anunciarnos su intención de volver a poner las urnas chinas en los colegios de la inmersión lingüística. Ni siquiera sus compañeros de bancada tuvieron fuerzas para sonreír. El nacionalismo empieza a ver ahora con amargura cómo Torra se ha convertido en su vivo retrato.

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