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No he podido evitar estos días evocar la fantástica novela Bajo el volcán de Malcolm Lowry viendo las imágenes, tan trágicas como fascinadoras, de La Palma. La reacción colérica -y natural- de la naturaleza nos ha dejado tan conmovidos por la desgracia de los afectados como deslumbrados por el colosal espectáculo: a veces olvidamos que el planeta está vivo y que no siempre rompe en dulces amapolas.

Y esa evocación, la novela del norteamericano (una suerte de un Ulises joyciano al borde del delirium tremens) me ha llevado al tremendo mundo de las adicciones y a esos infiernos que a veces nos han dado -artísticamente- tanta belleza. Es la magia del arte: hacernos visitar el Hades de la mano de Dante o de Gluck, aunque a veces el horror real, sabido es, escapa a los límites de la ficción. Lowry tardó muchos años en escribirla, de hecho la rehízo una y otra vez y estuvo a punto de perderla en el incendio de su cabaña en la Columbia británica, donde se refugió después de ser deportado de México. La novela -como la peripecia de Leopold Bloom- cuenta un día, no cualquiera la fiesta de difuntos, del ex cónsul británico y dipsómano contumaz Geoffrey Firmin en Cuernavaca. Hasta más de un centenar de licores y derivados se nombran en esa pesadilla, aunque la estrella es sin duda el mezcal. El libro fue publicado diez años después de ser escrito, en 1947, y diez antes de la muerte de su autor. El éxito llegaría en la década de los sesenta y casi a pesar del escritor y su afán autodestructivo, gracias a un editor que creyó en ella. Y a su versión cinematográfica que tuvo varias nominaciones a los Oscar.

Y de Lowry he llegado a Ana Tramel, la serie que acaba de estrenar TVE con una extraordinaria -como siempre- Maribel Verdú en el papel de una abogada. En este caso el infierno que este thriller relata es el del juego, menos conocido como adicción que el alcohol y otras drogas. Afortunada y oportuna la trama en un momento en que, por regulación europea y nacional, la publicidad del alcohol y el tabaco apenas aparecen en los medios y es el juego en todas sus variantes -la última las apuestas deportivas on line- la mayor fuente de ingresos de muchos de los programas de mayor audiencia. La ficción es ficción pero muchas veces su fuerza supera con creces al efecto de cualquier campaña disuasoria. Muy famoso es el caso de Maggie Gioberti de Falcon Crest que, al acudir a un clase de preparación al parto, provocó una vigorosa subida de la asistencia a un servicio de salud pública que le estaba costando arrancar. Una vez más las historias contadas, sean reales como la del valiente libro del joven guionista y escritor Javier Giner (Yo, adicto) o inventadas nos hacen reaccionar desde y hasta por encima de la razón.

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