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A votar tocan

La mejor granja orwelliana encuentra su metáfora en el escenario que los electores verán el 10 de noviembre

Anda el gallinero revuelto por la incertidumbre creada ante el nuevo mapa electoral. Al cabo de unos meses los gallos siguen cacareando y afilando los espolones. Las gallinas intentan acomodarse de la mejor manera posible, aunque para ello haya que cambiar de palo. Son muchas las moscas que acuden al pastel presupuestario y muchos los moscones que no dejan de dar vueltas porque no saben dónde van a caer ni qué vida les espera si no logan entrar en el gallinero. La mejor granja orwelliana encuentra su metáfora en el escenario que los electores tendrán ante sí a primeros de noviembre, a modo de cuaresma laica no exenta de penitencias y sacrificios. Misericordia, señor, parecen algunos implorar a los tramoyistas que mueven los hilos para el cambio de decorado.

Misericordia, señor, y que no me quede fuera de la lista de invitados, que la vida está muy dura y no sé hacer otra cosa que sentarme en el escaño. Oración profana que más de uno estará entonando, dándose golpes de pecho por no haber acertado y haberse subido a un palo que no era el adecuado. Cuando acabe la ceremonia, comenzará de nuevo el baile intentando encontrar pareja y no será raro que tengan que formar parte de un trío, por muy desigual y poco apetecible que sea, pero la pela es la pela, la del gallinero, se entiende, que no la del electorado. A este que le parta un rayo.

Cosas veredes. Alianzas que harán sonrojar al españolito, acostumbrado a que le utilicen como espectador necesario, invitado de piedra que no entiende más allá de lo lógico y que, por unos y otros, tiene el corazón helado. Al desafío independentista se unen el cambio climático, las expectativas de un catastrofismo inevitable, la subida del nivel de las aguas del mar, el desastre provocado por los microplásticos, el sombrío panorama que se avecina tras el Brexit, la nueva debacle económica que parecen preparar los amos del mundo, esos que se reúnen en un círculo exclusivo y que de vez en cuando modifican los mercados. Al final, la banca siempre gana, el poder les obedece y los indefensos ahorradores ven cómo su dinero cambia de manos, porque no se pierde, sino que como la energía se transforma y varía de sitio. "Antes, el poder servía a las ideologías; ahora las ideologías sirven al poder," escribió Cesare Pavese el veintiuno de enero de 1940. Años después se suicidó, preso del desasosiego. Esperemos que no nos pidan tanto.

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